El Papa Benedicto XVI alentó a redescubrir cada día la belleza de la fe para testimoniarla con la coherencia de vida, para así ser capaces de "colmar las profundas nostalgias del alma" de las personas.
Así lo indicó el Santo Padre en su discurso a los participantes del 23º Congreso Mundial del Apostolado del Mar, organizado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes que se realiza en el Vaticano.
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Recordando unas palabras que pronunció en la audiencia general del 10 de octubre de este año, el Papa alentó a los presentes a que atesoren el Concilio Ecuménico Vaticano II, que es "como una brújula que permite a la nave de la Iglesia avanzar en mar abierto, en medio de las tempestades hacia aguas calmas y tranquilas para navegar segura y llegar a la meta".
"En particular, recordando el decreto Ad gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia, deseo hoy renovar el mandato eclesial que, en comunión con vuestras Iglesias locales de pertenencia, los pone en primera línea de la evangelización de tantos hombres y mujeres de diversas nacionalidades que transitan en los puertos".
Benedicto XVI alentó también a ser "apóstoles fieles a la misión de anunciar el Evangelio y manifiesten el rostro amoroso de la Iglesia que acoge y que está cerca también de esta porción del Pueblo de Dios. Responded sin vacilar a la gente del mar, que os espera a bordo para colmar las profundas nostalgias del alma y sentirse parte activa de la comunidad".
"Desde los albores del cristianismo, el mundo marítimo ha sido un vehículo eficaz de evangelización. Los apóstoles y los discípulos de Jesús tuvieron la posibilidad de ir a todo el mundo y predicar el Evangelio a todas las criaturas gracias, también, a la navegación marítima; nos basta pensar en los viajes de San Pablo. De esa forma emprendieron el camino para difundir la Palabra de Dios ‘hasta los últimos confines de la tierra’".
El Papa dijo luego que "también hoy la Iglesia surca los mares para llevar el Evangelio a todas las naciones y vuestra presencia capilar en las escalas portuarias del mundo, las visitas que efectuáis a las naves atracadas en los puertos y la acogida fraterna en las horas de parada de la tripulación, son el signo visible de la solicitud hacia cuantos no pueden recibir una atención pastoral ordinaria".
"Hoy, este mundo del mar, en su continua peregrinación de personas, tiene que tener en cuenta las complejas repercusiones de la globalización y, desgraciadamente, también hacer frente a situaciones de injusticia, especialmente cuando la tripulación se ve sometida a restricciones para bajar a tierra, cuando la abandonan junto a las embarcaciones en que trabajan, cuando caen en manos de la piratería marítima o padecen las consecuencias de la pesca ilegal".
El Pontífice indicó que "la vulnerabilidad de los marinos, pescadores o navegantes, debe llevar aparejada una solicitud, todavía más atenta, de la Iglesia y estimular la atención maternal que, a través de vosotros, manifiesta a todos los que encontráis en los puertos o en las naves, o a los que asistís en los largos meses de embarque".
El Papa se refirió a los que trabajan en el sector de la pesca y de sus familias, subrayando cómo se enfrentan más que otros, "a las dificultades del presente y viven la incertidumbre del futuro, caracterizado por los efectos negativos de los cambios climáticos y de la explotación excesiva de los recursos".
Igualmente aseguró la cercanía de la Iglesia a los pescadores, que buscan "condiciones de trabajo dignas y seguras, salvaguardando el valor de la familia, la tutela del ambiente y la defensa de la dignidad de cada persona".
Para concluir el Santo Padre hizo votos para que "cada uno de ustedes redescubra cada día la belleza de la fe, para testimoniarla siempre con la coherencia de la vida. La Santa Virgen María Stella maris y estrella de la mañana, ilumine siempre vuestra obra para que la gente del mar puede conocer el Evangelio y encontrarse con el Señor Jesús que es Camino, Verdad y Vida".
En el 23º Congreso sobre el Apostolado del Mar se trataron, entre otros temas, el anuncio del Evangelio a un número cada vez más grande de marinos pertenecientes a las Iglesias Orientales, la asistencia a los no cristianos y a los no creyentes, y la intensificación de la colaboración ecuménica e interreligiosa.