El Papa Francisco lamentó que en el mundo laboral "hay un rechazo previo a las mujeres, por miedo a que queden embarazadas", y animó a luchar contra esta mentalidad.
Estas palabras las pronunció el Papa Francisco en el encuentro que mantuvo este 9 de marzo con los directivos y el personal del Instituto Nacional del Seguro contra los Accidentes de Trabajo (INAIL), a quienes agradeció su labor en la protección de la dignidad de las personas.
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Al dirigirse a los miembros de la entidad, el Santo Padre lamentó que no siempre se proteja a los trabajadores, ya que "a menudo la peor parte de un accidente recae sobre los hombros de la familia".
Además, destacó que en los últimos meses también ha aumentado el número de casos de accidentes femeninos, "lo que nos recuerda que aún no se ha logrado la plena protección de la mujer en el lugar de trabajo".
"Y en esto también, me permito decir, hay un rechazo previo a las mujeres, por miedo a que queden embarazadas; es menos 'segura' una mujer porque puede quedarse embarazada. Esto se piensa en el momento de contratarla: cuando empiece a 'engordar', si se puede echar, es mejor. Esta es la mentalidad y debemos luchar contra ella", argumentó el Santo Padre.
"Sin protección -añadió el Papa-, la sociedad se convierte cada vez más en esclava de la cultura del descarte. Acaba cediendo a la visión utilitarista de la persona, en lugar de reconocer su dignidad".
En esta línea, el Pontífice explicó que "la lógica que propaga el descarte se resume en la frase 'Vales si produces'. Así, sólo cuentan los que consiguen mantenerse en el engranaje de la actividad, y las víctimas son desechadas, consideradas una carga y confiadas al buen corazón de las familias".
"Entre las consecuencias de no invertir en seguridad en el trabajo está el aumento de los accidentes. Frente a esta mentalidad, hay que recordar que la vida no tiene precio. La salud de una persona no puede cambiarse por unas libras de más o por el interés individual de alguien", señaló el Papa Francisco.
Asimismo, indicó que "un aspecto de la cultura del descarte es la tendencia a culpabilizar a las víctimas. Es un signo de la pobreza humana en la que corremos el riesgo de dejar caer las relaciones si perdemos la correcta jerarquía de valores, que tiene en la cima la dignidad de la persona humana".
Para el Santo Padre, "el cuidado de la calidad del trabajo, así como de los lugares y los transportes, es fundamental si se quiere promover la centralidad de la persona; cuando el trabajo se degrada, la democracia se empobrece y los lazos sociales se aflojan".
También subrayó que la "clara separación de los entornos familiar y laboral ha tenido consecuencias negativas no sólo para la familia, sino también para la cultura del trabajo".
"Ha reforzado la idea de que la familia es el lugar de consumo y la empresa el lugar de producción. Ha hecho creer que el cuidado es un asunto exclusivo de la familia y que no tiene nada que ver con el trabajo", explicó.
Según señaló el Pontífice, "se ha corrido el riesgo de hacer crecer la mentalidad de que las personas valen lo que producen, por lo que fuera del mundo de la producción pierden valor, identificándose exclusivamente con el dinero".
"Cuando una persona pide ayuda a gritos, se encuentra en apuros y corre el peligro de ser abandonada al borde del camino de la sociedad, es crucial el compromiso rápido y eficaz de instituciones como la vuestra, que ponen en práctica los verbos de la parábola evangélica: ver, tener compasión, estar cerca, vendar las heridas, hacerse cargo".
El Papa animó asimismo a los presentes "a mirar a la cara a todas las formas de incapacidad. No sólo las físicas, sino también las psicológicas, culturales y espirituales".
"La desatención social repercute en la forma en que cada uno de nosotros nos miramos y nos percibimos a nosotros mismos. Ver al otro significa también tratar a las personas en su unicidad y singularidad, sacándolas de la lógica de los números".
En esta línea, el Papa explicó que de lo que se trata es "de sentir en carne propia el sufrimiento del otro. Es lo contrario de la indiferencia, que lleva a dirigir la mirada hacia otra parte, a seguir de frente sin dejarse tocar interiormente. La compasión y la ternura son actitudes que reflejan el estilo de Dios".
También expuso la importancia de la cercanía y la proximidad, y aseguró que "cuanto más se siente uno frágil, más se merece la cercanía".
"Vendar las heridas puede significar tomarse tiempo y eliminar cualquier tentación burocrática. La persona que ha sufrido una herida pide ser acogida antes de ser compensada. Y cualquier compensación económica adquiere todo su valor en la acogida y la comprensión de la persona", aclaró.
El Papa resumió lo expuesto anteriormente y señaló que se trata "de asumir con la familia la dramática situación de alguien que se ve obligado a dejar su trabajo a causa de un accidente; atenderle de forma integral".
"Esto requiere también creatividad, para que la persona se sienta acompañada y apoyada por lo que es y no con falsa lástima", puntualizó.
Por último, advirtió que "la indiferencia es signo de una sociedad desesperada y mediocre".