El Papa Benedicto XVI, siguiendo los pasos del Beato Juan XXIII que hace 50 años también llegó a Loreto, explicó en esta ciudad italiana que el "sí" de María al plan de Dios enseña que "la fe no quita nada a la criatura humana, sino que permite su plena y definitiva realización".
El Santo Padre llegó a esta localidad italiana para postrarse ante la Virgen de Loreto y encomendarle el Año de la Fe, que comenzará el 11 de octubre, y el Sínodo de los Obispos sobre la nueva Evangelización, como anunció ayer él mismo durante la Audiencia General.
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En la Misa que celebró ante miles de fieles en la Plaza de la Virgen, delante de la fachada de la Basílica, el Papa se refirió a un "punto importante en la narración evangélica de la Anunciación que quisiera subrayar, un aspecto que no deja nunca de asombrarme: Dios solicita el ‘sí’ del hombre, ha creado un interlocutor libre, pide que su criatura le responda con plena libertad".
Dios, prosiguió el Pontífice, "pide la libre adhesión de María para hacerse hombre. Cierto, el ‘sí’ de la Virgen es fruto de la gracia divina. Pero la gracia no elimina la libertad, al contrario, la crea y la sostiene. La fe no quita nada a la criatura humana, sino que permite su plena y definitiva realización".
Benedicto XVI pidió unirse a él en el Año de la Fe y recordó que el Santuario de Loreto "custodia la memoria del momento en el que el ángel del Señor vino a María con el gran anuncio de la Encarnación, y ella le dio su respuesta. Esta humilde morada es un testimonio concreto y tangible del suceso más grande de nuestra historia: la Encarnación; el Verbo se ha hecho carne, y María, la sierva del Señor, es el canal privilegiado a través del cual Dios ha venido a habitar entre nosotros".
"María ha ofrecido la propia carne, se ha puesto totalmente a disposición de la voluntad divina, convirtiéndose en ‘lugar’ de su presencia, ‘lugar’ en el que habita el Hijo de Dios", añadió.
Sobre el hecho de que María se hizo "casa viviente" del Señor y que el Concilio Vaticano II "tenía como objetivo concreto extender cada vez más el rayo bienhechor de la Encarnación y Redención de Cristo en todas las formas de la vida social", el Papa dijo que "ésta es una invitación que resuena hoy con particular fuerza".
"En la crisis actual, que afecta no sólo a la economía sino a varios sectores de la sociedad, la Encarnación del Hijo de Dios nos dice lo importante que es el hombre para Dios y Dios para el hombre. Sin Dios, el hombre termina por hacer prevalecer su propio egoísmo sobre la solidaridad y el amor, las cosas materiales sobre los valores, el tener sobre el ser".
Por ello, dijo el Papa, "es necesario volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre. Con Dios no desaparece el horizonte de la esperanza incluso en los momentos difíciles, de crisis: la Encarnación nos dice que nunca estamos solos, Dios ha entrado en nuestra humanidad y nos acompaña".
"María, que es la madre de Cristo, es también madre nuestra, nos abre la puerta de su casa, nos guía para entrar en la voluntad de su Hijo. Así pues, es la fe la que nos proporciona una casa en este mundo, la que nos reúne en una única familia y nos hace a todos hermanos y hermanas".
Contemplando a María, explicó el Santo Padre, "debemos preguntarnos si también nosotros queremos estar abiertos al Señor, si queremos ofrecer nuestra vida para que sea su morada; o si, por el contrario, tenemos miedo a que la presencia del Señor sea un límite para nuestra libertad, si queremos reservarnos una parte de nuestra vida, para que nos pertenezca sólo a nosotros".
"Pero es Dios precisamente quien libera nuestra libertad, la libera de su cerrarse en sí misma, de la sed de poder, de poseer, de dominar, y la hace capaz de abrirse a la dimensión que la realiza en sentido pleno: la del don de sí, del amor, que se hace servicio y colaboración".
El Santo Padre también indicó que La Casa de Loreto, que fue colocada en un camino, recuerda a los cristianos que "todos somos peregrinos, que debemos estar siempre en camino hacia otra morada, la casa definitiva, la Ciudad eterna, la morada de Dios con la humanidad redimida".
El Papa encomendó luego "a la Santísima Madre de Dios todas las dificultades que vive nuestro mundo en búsqueda de serenidad y de paz, los problemas de tantas familias que miran al futuro con preocupación, los deseos de los jóvenes que se abren a la vida, los sufrimientos de quien espera gestos y decisiones de solidaridad y amor".
"Quiero confiar también –concluyó– a la Madre de Dios este tiempo especial de gracia para la Iglesia, que se abre ante nosotros. Tú, Madre del ‘sí’, que has escuchado a Jesús, háblanos de él, nárranos tu camino para seguirlo por la vía de la fe, ayúdanos a anunciarlo para que cada hombre pueda acogerlo y llegar a ser morada de Dios. Amén".