El Papa Benedicto XVI dedicó la catequesis de la Audiencia General de hoy a reflexionar sobre el deseo de Dios inscrito en el corazón del hombre, explicó que este anhelo no desaparece nunca aunque las personas traten de negarlo o apagarlo y pidió aprender a "saborear las alegrías verdaderas" para despertarlo.
Desde la Plaza de San Pedro, ante miles de peregrinos de todo el mundo, el Santo Padre continuó con sus meditaciones sobre el Año de la Fe y reflexionó sobre la consideración con la que comienza el Catecismo de la Iglesia Católica: "El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar" (n. 27).
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
El Santo Padre consideró que esta declaración "que aún hoy en muchos contextos culturales parece totalmente compartida, casi obvia, podría percibirse más bien como un desafío en la cultura secularizada occidental".
Muchos de nuestros contemporáneos, de hecho, podrían argumentar que no tienen ningún deseo de Dios. Para amplios sectores de la sociedad, Él ya no es el esperado, el deseado, sino más bien una realidad que deja indiferentes, ante la cual ni siquiera hay hacer el esfuerzo de pronunciarse", indicó.
Pero "¿qué es lo que realmente puede satisfacer el deseo humano", cuestionó el Pontífice.
El Papa explicó que tanto la experiencia humana del amor "como la amistad, la experiencia de la belleza, el amor por el conocimiento: todo bien experimentado por hombre tiende hacia el misterio que rodea al hombre mismo; y cada deseo que se asoma al corazón humano se hace eco de un deseo fundamental que nunca se está totalmente satisfecho".
"El hombre, en definitiva, sabe bien lo que no le sacia, pero no puede adivinar o definir lo que le haría experimentar aquella felicidad que lleva en el corazón la nostalgia", recordó.
El Santo Padre pidió "promover una especie de pedagogía del deseo, tanto para el camino de aquellos que aún no creen, como para aquellos que ya han recibido el don de la fe".
Alentó a "aprender a volver a aprender el gusto de las auténticas alegrías de la vida. No todas las satisfacciones producen en nosotros el mismo efecto: algunas dejan una huella positiva, son capaces de pacificar el ánimo, nos hacen más activos y generosos. Otras, en cambio, después de la luz inicial, parecen decepcionar las expectativas que habían despertado y dejan a veces detrás de sí amargura, insatisfacción o una sensación de vacío".
"Educar a saborear las alegrías verdaderas desde temprana edad, en todos los ámbitos de la vida – la familia, la amistad, la solidaridad con los que sufren, renunciar al propio yo para servir a los demás, el amor por el conocimiento, por el arte, por la belleza de la naturaleza -, todo esto significa ejercer el gusto interior y producir anticuerpos efectivos contra la banalización y el aplanamiento predominante hoy".
"Los adultos también necesitan redescubrir estas alegrías, desear realidades auténticas, purificarse de la mediocridad en la que pueden encontrarse enredados. Entonces será más fácil dejar caer o rechazar todo aquello que, aunque en principio parece atractivo, resulta en cambio insípido, y es fuente de adicción y no de libertad. Y esto hará que emerja aquel deseo de Dios del que estamos hablando", indicó.
Además, recomendó "no estar nunca satisfecho con lo que se ha logrado. Sólo las alegrías más verdaderas son capaces de liberarnos de aquella sana inquietud que conduce a ser más exigentes - querer un bien mayor, más profundo - y a la vez a percibir siempre con más claridad que nada finito puede llenar nuestro corazón".
"Así aprenderemos a tender, desarmados, hacia aquel bien que no se puede construir o adquirir por nuestros propios esfuerzos; a no dejarnos desanimar por la dificultad o por los obstáculos que vienen de nuestro pecado".
El Santo Padre recordó que "todos tenemos necesidad de seguir un camino de purificación y de curación del deseo. Somos peregrinos hacia la patria celestial, hacia aquel bien completo, eterno, que nada nos podrá más arrebatar. No se trata, por lo tanto, de ahogar el deseo que está en el corazón del hombre, sino de liberarlo, para que pueda alcanzar su verdadera altura".
"En esta peregrinación, sintámonos hermanos de todos los hombres, compañeros de viaje, incluso de aquellos que no creen, de los que están en búsqueda, de los que se dejan interrogar con sinceridad por el dinamismo de su propio deseo de verdad y de bondad. Recemos, en este Año de la fe, para que Dios muestre su rostro a todos aquellos que lo buscan con corazón sincero", concluyó.
Para leer la catequesis completa, ingrese a: http://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-catequesis-del-papa-sobre-dios-que-es-el-unico-que-sacia-al-ser-humano-43414/#.UJqIu-Q3syo