En sus palabras previas al rezo del Ángelus, ante los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI expresó su gratitud a Dios porque el reciente Sínodo “una vez más nos ha hecho experimentar lo bello de ser Iglesia, y de serlo justamente hoy, en este mundo así como es, en medio a esta humanidad con sus fatigas y sus esperanzas”.
El Papa recordó la clausura del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, y señaló que “toda la Iglesia estaba representada y, por tanto, involucrada en este compromiso que, con la gracia del Señor, no dejará de dar sus frutos”.
Benedicto XVI también indicó que resultó “muy significativa” la coincidencia del Sínodo “con el 50° aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y por tanto con el inicio del Año de la fe”.
“Evocar al Beato Juan XXIII, al Siervo de Dios Pablo VI, a la estación conciliar, ha sido más que nunca favorable, porque nos ha ayudado a reconocer que la Nueva Evangelización no es una invención nuestra, sino un dinamismo que se ha desarrollado en la Iglesia de manera particular desde los años 50 del siglo pasado, cuando se hizo evidente que también los países de antigua tradición cristiana se habían convertido, como se suele decir, en ‘tierra de misión’”.
El Papa indicó que de esta reflexión “emergió la exigencia de un anuncio renovado del Evangelio en las sociedades secularizadas, en la doble certeza que, por una parte, es sólo Él, Jesucristo, la verdadera novedad que responde a las expectativas del hombre de toda época, y por otra, que su mensaje pide ser transmitido de manera adecuada en los cambiantes contextos sociales y culturales”.
Durante el Sínodo de los Obispos, señaló el Santo Padre, “he escuchado y recogido muchos temas de reflexión y muchas propuestas, que, con la ayuda de la Secretaría del Sínodo y de mis Colaboradores, intentaré ordenar y elaborar, para ofrecer a toda la Iglesia una síntesis orgánica e indicaciones coherentes”.
“Desde ahora podemos decir que de este Sínodo sale reforzado el compromiso por la renovación espiritual de la misma Iglesia, para poder renovar espiritualmente el mundo secularizado; y esta renovación vendrá del redescubrimiento de Jesucristo, de su verdad y de su gracia, de su ‘rostro’, tan humano y al mismo tiempo tan divino, sobre el cual resplandece el misterio trascendente de Dios”, concluyó.