La Iglesia Católica celebra la realización del sentido último de la Fe: Cristo ha vuelto a la vida y ha triunfado sobre la muerte y el pecado. Y, con ello, abre las puertas del cielo para que todo aquel que quiera, pueda participar de la vida divina.
En la misa del sábado por la noche, la Vigilia Pascual, fue encendido uno de los símbolos más elocuentes de esa victoria de la que estamos hablando: el Cirio Pascual. Este habrá de permanecer iluminando nuestros templos en todas las celebraciones litúrgicas por los siguientes cincuenta días (duración del Tiempo Pascual).
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La luz que viene con la resurrección ilumina todo rincón oscuro del alma, y las cosas cobran su justa dimensión y la vida su sentido real. Incluso el dolor, la enfermedad, la limitación o el sufrimiento temporal quedan bajo el poder de Dios, sometidos a la esperanza de la vida eterna. Jesús vino a traernos salud, pues estábamos enfermos.
¡Este es un día de fiesta! Es un día de gozo, el sepulcro está vacío y vuelve la paz que tanto hemos buscado. Hemos sido rescatados; y por fin ha llegado el momento de testificar el don recibido gratuitamente con una vida cristiana coherente y verdadera.
¡Cristo ha resucitado!
[Xristos anesti]
¡Verdaderamente ha resucitado!
[Alithos anesti]
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