En la multitudinaria Misa celebrada en la explanada del Santuario de Lourdes, el Papa Juan Pablo II lanzó este domingo un urgente llamamiento a hombres y mujeres a defender la vida como “un don sagrado del que nadie puede apropiarse”.
Ante millares de fieles, muchos de ellos peregrinos enfermos que lo alentaban constantemente, el Pontífice comenzó recordando la ocasión de su visita, el 150° Aniversario de la solemne definición del dogma de la Inmaculada Concepción y dijo que he deseado vivamente cumplir esta peregrinación a Lourdes, para recordar un evento que sigue dando gloria a la Trinidad una e indivisible”.
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Visiblemente cansado, al punto que en un momento en la Misa se le escuchó decir en polaco “pomorzie mi”, es decir, “ayúdenme”, el Santo Padre saludó “con especial afecto a vosotros, queridísimos enfermos, que habéis venido a este lugar bendito a buscar reposo y esperanza. ¡La Virgen Santa os haga sentir su presencia y os de consuelo a vuestros corazones!
El Papa destacó que el amor de María “es un amor concreto, que no se limita a palabras de comprensión, sino que se hace cargo en primera persona de la fatiga de la asistencia”.
Al recordar luego la maravillosa oración del Magnificat, que la liturgia propone con ocasión de la Fiesta de la Asunción de María en este día, el Pontífice señaló que “al Magnificat sigue el silencio: sobre los tres meses de permanencia junto a su prima Isabel no se ha dicho nada. O tal vez se nos ha dicho lo más importante: el bien no hace ruido, la fuerza del amor se expresa en la discreta quietud del servicio cotidiano”.
“Con sus palabras y con su silencia la Virgen María está frente a nosotros como modelo para nuestro caminar. Y es un camino que no es fácil: por la culpa de los padres, la humanidad lleva en sí la herida del pecado, cuyas consecuencias siguen haciéndose sentir aún en los redimidos”, agregó el Papa.
Juan Pablo II señaló luego que los dos dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción “están íntimamente ligados”. “Ambos proclaman la gloria de Cristo Redentor y la Santidad de María, cuyo destino humano es ya desde ahora perfecta y definitivamente realizado en Dios”.
Un llamado al mundo
Juan Pablo II señaló luego que la Virgen, “desde la gruta de Massabielle, nos habla también a nosotros, cristianos del Tercer Milenio. ¡Escuchemos!”
El Papa señaló que parte de la gruta un llamado a los jóvenes que “aquí pueden encontrar” la respuesta a los llamados más apremiantes.
También un llamado a las mujeres que destaca “la particular misión que espera a la mujer en este tiempo nuestro, tentado por el materialismo y la secularización: ser en la sociedad de hoy testigos de aquellos valores esenciales que se ven sólo con los ojos del corazón”.
Finalmente, en medio de fuertes aplausos el Pontífice lanzó a “todos ustedes, hermanos y hermanas, un apremiante llamado para que hag