El nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Arzobispo Gerhard Müller, explicó que la teología marxista de la liberación está equivocada, en una entrevista concedida al diario vaticano L’Osservatore Romano (LOR) y publicada en su edición de hoy en italiano.
Por su importancia, presentamos dos de las preguntas y sus correspondientes respuestas de manera íntegra. Las preguntas tienen que ver con la teología de la liberación, el diálogo con los lefebvristas y una investigación a las religiosas de Estados Unidos: todos temas que le competen directamente al Arzobispo Müller.
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LOR: ¿Usted tiene muchos contactos con América Latina: cómo nace esta relación?
Mons. Müller: He ido con frecuencia a América Latina, a Perú, pero también a otros países. En 1988 fui invitado a participar en un seminario con Gustavo Gutiérrez. Fui con algunas reservas como teólogo alemán, también porque conocía bien las dos declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la teología de la liberación publicadas en 1984 y 1986.
Pero he podido constatar que es necesario distinguir entre una teología de la liberación equivocada y una correcta. Considero que toda buena teología tiene que ver con la libertad y la alegría de los hijos de Dios. Indudablemente, sin embargo, una mezcla de la doctrina de una auto-redención marxista y la salvación donada por Dios, debe ser rechazada.
De otro lado debemos preguntarnos sinceramente: ¿cómo podemos hablar del amor y de la misericordia de Dios ante el sufrimiento de tantas personas que no tienen alimento, agua o asistencia sanitaria, que no saben cómo ofrecer un futuro a los propios hijos, donde realmente falta la dignidad humana, donde los derechos humanos son ignorados por los poderosos?
En última instancia esto es posible sólo si se está dispuesto a estar con las personas, a aceptarlas como hermanos y hermanas, sin paternalismo del otro. Si nos consideramos a nosotros mismos como familia de Dios, entonces podemos contribuir a hacer que estas situaciones indignas del hombre sean cambiadas y mejoradas.
En Europa, luego de la Segunda Guerra Mundial y las dictaduras, hemos construido una nueva sociedad democrática también gracias a la doctrina social católica. Como cristianos debemos subrayar que es del cristianismo que los valores de justicia, solidaridad y dignidad de la personas han sido introducidos en nuestras Constituciones.
Yo mismo vengo de Mainz. Allí, al inicio del siglo XIX, hubo un gran Obispo, el barón Wilhelm Emmanuel von Ketteler, que está al inicio de la doctrina y de las encíclicas sociales. Un niño católico de Mainz tiene la pasión social en la sangre y por eso me siento orgulloso.
Ha sido ciertamente este el horizonte del cual he venido a los países de América Latina. Durante 15 años he siempre transcurrido dos o tres meses al año, viviendo en condiciones muy simples. Al inicio para un ciudadano de la Europa central esto implica un gran esfuerzo. Pero cuando se aprende a conocer a la gente en persona y se ve cómo vive, entonces se puede aceptar. He estado también en Sudáfrica con nuestros Domspatzen, el famoso coro que el hermano del Papa ha dirigido por 30 años.
He podido tener conferencias en diversos seminarios y universidades, no sólo de América Latina, sino también de Europa y en América del Norte. Y esto es lo que he podido experimentar: se está en casa en cualquier lugar, donde hay un altar, Cristo está presente, donde quiera que estés, sé parte de la gran familia de Dios.
LOR: ¿Qué piensa de las discusiones con los lefebvristas y con las religiosas estadounidenses?
Mons. Müller: Para el futuro de la Iglesia es importante superar los enfrentamientos ideológicos de donde sea que provengan. Existe una única revelación de Dios en Jesucristo que ha sido confiada a la entera Iglesia. Por eso no son tratativas sobre la Palabra de Dios y no se puede creer y al mismo tiempo no creer. No se pueden pronunciar los tres votos religiosos y luego no tomarlos en serio. No puedo hacer referencia a la tradición de la Iglesia y luego aceptarla sólo en algunas de sus partes.
El camino de la Iglesia sigue adelante y todos son invitados a no cerrarse en un modo de pensar autorreferencial, sino a aceptar la vida plena y la fe plena de la Iglesia. Para la Iglesia Católica es del todo evidente que el hombre y la mujer tienen el mismo valor: lo dice ya el relato de la creación y lo confirma el orden de la salvación. El ser humano no tiene necesidad de emanciparse ni de crearse o inventarse a sí mismo. Está ya emancipado y liberado a través de la gracia de Dios.
Muchas declaraciones se refieren a la admisión de las mujeres al sacramento del Orden ignorando un aspecto importante del ministerio sacerdotal. Ser sacerdote no significa crearse una posición. No se puede considerar el ministerio sacerdotal como una suerte de posición de poder terreno y pensar que la emancipación se dará sólo cuando todos puedan ocuparla.
La fe católica sabe que no somos nosotros quienes dictamos las condiciones para la admisión al ministerio sacerdotal y que detrás del sacerdote están siempre la voluntad y la llamada de Cristo. Invito a renunciar a las polémicas y a la ideología y a sumergirse en la doctrina de la Iglesia.
En el mismo Estados Unidos las religiosas y los religiosos han realizado cosas extraordinarias para la Iglesia, para la educación y la formación de los jóvenes. Cristo necesita jóvenes que prosigan este camino y que se identifiquen con la propia opción fundamental. El Concilio Vaticano II ha afirmado cosas maravillosas para la renovación de la vida religiosa, como también sobre la vocación común a la santidad. Es importante reforzar la confianza recíproca en lugar de bregar los unos contra los otros.