En su discurso esta mañana a un grupo de obispos de Europa y África en el Vaticano, el Papa Benedicto XVI señaló que la Iglesia está viva y no tiene miedo a cumplir su misión de evangelización ante los muchos y graves desafíos del mundo de hoy.
Así lo indicó el Santo Padre al recibir a los participantes en el segundo simposio de los obispos europeos y africanos, inaugurado el 13 de febrero y dedicado al tema "La evangelización hoy: comunión y cooperación pastoral entre África y Europa".
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El Santo Padre explicó que la tarea de la evangelización requiere la oración y el compromiso de todos ya que "es parte integrante de la vocación de todos los bautizados, que es vocación a la santidad. Los cristianos que tienen una fe viva y están abiertos a la acción del Espíritu Santo se convierten en testimonios con la palabra y la vida del Evangelio de Cristo".
El Papa resaltó la necesidad de las relaciones de la Iglesia en África, con sus dificultades, y la que está en Europa, con la que afrontan desafíos comunes sosteniéndose en el lazo común de la caridad.
En ese marco, los obispos deben "tener en cuenta el vínculo esencial entre la fe y la caridad, porque ambas se iluminan mutuamente en su verdad. La caridad favorece la apertura y el encuentro con el hombre de hoy, en su realidad concreta, para llevarlo hacia Cristo y a su amor por cada persona y cada familia, especialmente por los que son pobres y están solos".
Benedicto XVI se refirió luego a las dificultades que enfrentan los obispos, como la indiferencia religiosa "que lleva a muchas personas a vivir como si Dios no existiría o a conformarse con una religión vaga, incapaz de enfrentarse a la cuestión de la verdad y el deber de la coherencia; el peso del ambiente secularizado y a menudo hostil a la fe cristiana" y "el hedonismo, que ha contribuido a que la crisis de valores penetre en la vida cotidiana".
"Síntomas de un grave malestar social son también la difusión de la pornografía y la prostitución. Son ustedes bien conscientes de estos desafíos, que mueven vuestras consciencias pastorales y vuestro sentido de responsabilidad", añadió el Papa.
Sin embargo, esos retos, no deben desanimar a los obispos, sino "brindar la ocasión de redoblar el compromiso y la esperanza que nace de la certeza de que Cristo resucitado está siempre con nosotros".
El Pontífice remarcó luego el papel central de la familia en la pastoral ya que es "la garantía más sólida para la renovación de la sociedad".
"En la familia que custodia costumbres, tradiciones y rituales imbuidos de fe, se encuentra el mejor terreno para el florecimiento de las vocaciones", dijo, invitando a los participantes en el simposio a prestar una atención particular "a la promoción de las vocaciones sacerdotales y de consagración especial".
Recordando que la familia "es también el centro de formación de la juventud", el Papa subrayó que tanto Europa como África necesitan "jóvenes generosos que, con responsabilidad, tomen las riendas de su futuro".
También exhortó a las instituciones a recordar que el porvenir está en manos de estos jóvenes y por ello es importante "hacer todo lo posible para garantizar que su camino no esté marcado por la incertidumbre y la oscuridad".
"En la formación de las nuevas generaciones la dimensión cultural asume un rol importante (...) La Iglesia respeta cada descubrimiento de la verdad, porque toda verdad procede de Dios, pero sabe que la mirada de la fe puesta en Jesús abre la mente y el corazón del ser humano a la Verdad primera que es Dios".
"De ese modo, la cultura alimentada por la fe conduce a la verdadera humanización, mientras que las falsas culturas desembocan en la deshumanización: en Europa y en África hemos tenido tristes ejemplos", observó el Papa.
"Vuestro simposio os ha brindado la oportunidad de reflexionar sobre los problemas de la Iglesia en ambos continentes. Efectivamente, no escasean y son a veces relevantes, pero, por otro lado, también son prueba de que la Iglesia está viva, de que crece, y no tiene miedo de llevar a cabo su misión de evangelización".
Finalmente el Papa hizo un llamado especial a los obispos a vivir la santidad personal, que "debe resplandecer en beneficio de quienes son confiados a vuestra cura pastoral y a quien deben servir. Vuestra vida de oración irrigará del interior vuestro apostolado".
"Un obispo debe ser un enamorado de Cristo. La autoridad moral y la credibilidad que sostienen el ejercicio de vuestro poder jurídico, podrán provenir entonces solo de la santidad de vuestras vidas", concluyó.