El Papa Benedicto XVI resaltó esta mañana, durante el rezo del habitual ángelus dominical, que el amor de Dios es más fuerte que todo mal, "también de aquel más contagioso y horrible".
En su reflexión previa a la oración mariana ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro, el Papa recordó que "el domingo pasado hemos visto que Jesús, en su vida pública, alivió a muchos enfermos, revelando que Dios quiere para el hombre la vida, la vida en plenitud".
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
"El Evangelio de este domingo nos muestra a Jesús en contacto con la forma de enfermedad considerada en aquellos tiempos la más grave, tanto de hacer a la persona ‘impura’ y excluirla de las relaciones sociales: hablamos de la lepra".
Benedicto XVI describió el encuentro de Cristo con un leproso a quien cura tocándolo, pese a la prohibición legal de la época. "En aquel gesto y en aquellas palabras de Cristo está toda la historia de la salvación, está encarnada la voluntad de Dios de aliviarnos, de purificarnos del mal que nos desfigura y que deteriora nuestras relaciones", dijo el Papa.
El Santo Padre afirmó luego que "en aquel contacto entre la mano de Jesús y el leproso es derrumbada cada barrera entre Dios y la impureza humana, entre lo sagrado y lo que se le opone, ciertamente no para negar el mal y su fuerza negativa, sino para demostrar que el amor de Dios es más fuerte que todo mal, también de aquel más contagioso y horrible".
Jesús, continuó Benedicto XVI, "ha tomado sobre sí nuestras enfermedades, se ha hecho ‘leproso’ para que nosotros fuésemos purificados".
El Papa describió luego la experiencia de San Francisco de Asís en contacto con unos leprosos cuando aún vivía "en pecado".
"En aquellos leprosos, que Francisco encontró cuando estaba todavía ‘en pecado’, estaba presente Jesús; y cuando Francisco se aproximó a uno de ellos y, venciendo el propio asco, lo abrazó, Jesús lo alivió de su lepra, es decir de su orgullo, y lo convirtió al amor de Dios. ¡Esta es la victoria de Cristo, que es nuestra sanación profunda y nuestra resurrección a la vida nueva!"
Benedicto XVI alentó a confiarse a la Virgen María, a quien ayer la Iglesia celebró en la advocación de la Virgen de Lourdes, y recordó que la vidente, Santa Bernardita, "la Santísima Virgen entregó un mensaje siempre actual: la invitación a la oración y a la penitencia".
Finalmente el Papa dijo que "mediante su Madre está siempre Jesús que sale a nuestro encuentro, para liberarnos de toda enfermedad del cuerpo y del alma. Dejémonos tocar y purificar por Él, y tengamos misericordia hacia nuestros hermanos".
En su saludo en español el Santo Padre dijo que "hoy la liturgia nos hace ver cómo la súplica confiada conmueve el corazón del Señor, que manifiesta su deseo de sanarnos, purificarnos y reconciliarnos con Él y con los hombres".
"Exhorto a todos a imitar la fe del leproso del Evangelio, buscando a Jesús en la oración y los Sacramentos con humildad y contrición, para alcanzar la limpieza de corazón, y poder así proclamar su grandeza con la propia vida. Muchas gracias", concluyó.