En un artículo escrito para el diario La Razón, el prestigioso periodista italiano Vittorio Messori, relató su experiencia con la película La Pasión de Cristo, y sostiene que la cinta es la mejor película sobre Jesucristo que se ha rodado jamás por su “catolicidad radical” y los signos providenciales que marcaron el rodaje.

“Lo que Gibson buscaba con ‘La Pasión’, lo ha conseguido: golpea”. Éste es el título del artículo de Messori que asistió a una proyección privada por invitación de Mel Gibson y el productor Steve McEveety, con una docena de personajes europeos que pudieron ver la versión definitiva de la cinta recién llegada de Los Ángeles.

Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram

Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:

Según relata, la salita quedó en silencio aún hasta después de los créditos y el encendido de las luces. “Dos mujeres lloran, silenciosamente; el monseñor en clergyman que tengo a mi lado está palidísimo, con los ojos cerrados; el joven secretario atormenta nervioso un rosario; un tímido, solitario comienzo de aplauso se apaga enseguida, avergonzado. Durante larguísimos minutos nadie se levanta, nadie se mueve, nadie habla”, agrega.

Messori asegura que “lo que nos anunciaban era cierto: ‘The Passion of The Christ’ nos ha golpeado; el efecto que Gibson pretendía se ha realizado en nosotros, primeros cobayas”.

Su experiencia fue desconcertante, luego de años de creer que “sabía todo” sobre la Pasión, descubrió “que creía que sabía” porque “todo cambia si aquellas palabras se traducen en imágenes que logran transformarlas en carne y sangre, en arañazos de amor y de odio”.

Providencia y perfección

Messori repara pronto en los signos providenciales que ocurrieron durante el rodaje: “conversiones, liberaciones de las drogas, reconciliaciones entre enemigos, abandono de lazos adúlteros, apariciones de personajes misteriosos, explosiones de energía extraordinarias, extras que se arrodillaban al paso del extraordinario Caviezel-Jesús, hasta dos relámpagos, uno de los cuales alcanzó la cruz, y que no han herido a nadie. Y después, casualidades leídas como signos: la Virgen con el rostro de la actriz judía de apellido Morgenstern, que -se dieron cuenta después- es, en alemán, la ‘Estrella de la mañana’ de la letanía del Rosario”.

Además, sostiene que para Gibson la película “es una Misa: hágase, por tanto, en una lengua oscura, como lo ha sido durante tantos siglos. Si la mente no comprende, mejor. Lo que importa es que el corazón entienda que todo lo que sucedió nos redime del pecado y nos abre las puertas de la salvación, como recuerda la profecía de Isaías que se presenta como prólogo a toda la película”.

En el plano técnico, agrega Messori, “el film es de una altísima calidad. Pasolini, Rossellini, el propio Zeffirelli, quedan reducidos a parientes pobres y arcaicos: en Gibson hay una luz sabia, una fotografía magistral, un vestuario extraordinario, escenografías desoladas y, cuando es necesario, suntuosas; un maquillaje de increíble eficacia, unos grandes profesionales, vigilados por un director que es también un ilustre colega”.

Catolicidad radical

La cinta, explica, presenta “una fe en su versión más católica -con el beneplácito del Papa y de tantos cardenales, incluido Ratzinger- de la que ‘La Pasión’ es un manifiesto lleno de símbolos, que sólo un ojo competente es capaz de discernir del todo”.

Para Messori, “la ‘catolicidad’ radical de la película reside sobre todo en el rechazo de cualquier desmitificación, en tomar los Evangelios como crónicas precisas: las cosas, se nos dice, fueron así, como las Escrituras lo describen. El catolicismo está en el reconocimiento de la divinidad de Jesús que convive con su plena humanidad”.

Y esta “catolicidad» radical”, sostiene, también se da “en el aspecto ‘eucarístico’, reafirmado en su materialidad: la sangre de la Pasión está siempre unida al vino de la Misa y la carne martirizada, al pan consagrado. Y está también en el tono fuertemente mariano: la Madre y el Diablo son omnipresentes, la una con su dolor silencioso; el otro con su complacencia maligna”.

Messori anticipa que “si al martirio se dedican dos horas, dos minutos bastan para recordar que no fue aquella la última palabra: del Viernes Santo, a la Resurrección, que Gibson ha resuelto acogiendo una lectura de las palabras de san Juan, que también yo propuse. Un ‘vaciamiento’ del sudario, dejando un signo suficiente para ‘ver y creer’ que el reo ha triunfado sobre la muerte”.

¿Antisemitismo?

Messori termina su artículo con un llamado de atención. “¿Antisemitismo o antijudaísmo? No bromeemos con palabras demasiado serias. Vista la película, creo que tienen razón los judíos americanos que amonestan a sus correligionarios a no condenar la película antes de verla”, sostiene.

“Queda clarísimo que lo que pesa sobre Cristo y lo reduce a aquel estado, no es la culpa de éste o de aquél, sino el pecado de todos los hombres, sin excluir a ninguno”, agrega. “¿No es acaso judío el Juan que sostiene a la Madre, no es judía la piadosa Verónica, no es judío el impetuoso Simón de Cirene, no son judías las mujeres de Jerusalén que gritan su desesperación, no es judío Pedro, que, perdonado, morirá por el Maestro?”

“Esta obra, dice Gibson, amargado por agresiones preventivas, quiere reproponer el mensaje de un Dios que es Amor. ¿Y qué Amor sería este si excluyese a alguien?”, concluye Messori.

Puede leer el artículo completo de Vittorio Messori para el diario La Razón en http://www.aciprensa.com/reportajes/messori.htm