Al reunirse ayer por la tarde con las autoridades de la República de San Marino, el Papa Benedicto XVI las alentó a promover y proteger la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, y la familia, constituida sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer.
En su discurso en el Palacio Público a los miembros del gobierno, del congreso y del cuerpo diplomático acreditado, el Santo Padre señaló que "la Iglesia, respetuosa de la legítima autonomía de la que el poder civil debe gozar, colabora con él al servicio del ser humano en la defensa de sus derechos fundamentales, de esas instancias éticas grabadas en su misma naturaleza".
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"Por eso, se compromete para que las legislaciones civiles promuevan y tutelen siempre la vida humana, desde la concepción hasta su fin natural. Además, pide para la familia el debido reconocimiento y un apoyo efectivo".
Seguidamente resaltó que "en el contexto actual la institución familiar se pone en entredicho, casi en un intento de ignorar su irrenunciable valor. Los que sufren las consecuencias son los sectores mas débiles, especialmente las jóvenes generaciones, mas vulnerables y por eso mas fácilmente expuestas a la desorientación, a la automarginación y a la esclavitud de las dependencias".
"A veces las instituciones educativas no logran dar a los jóvenes respuestas adecuadas y si éstos carecen de apoyo familiar, a menudo encuentran obstáculos para incorporarse al tejido social".
El Papa se refirió también a los orígenes de la comunidad que hace 17 siglos se formó alrededor del diácono Marino, gran predicador del Evangelio, y subrayó cómo a lo largo de la historia los habitantes de la República que lleva el nombre del santo han permanecido "siempre fieles a los valores de la fe cristiana, anclando sólidamente a ellos su convivencia pacifica, siguiendo criterios de democracia y de solidaridad".
A continuación Benedicto XVI elogió el apego de los sanmarinenses a ese "patrimonio de valores" y les exhortó a "conservarlo y a valorarlo, porque se encuentra en la base de vuestra identidad mas profunda, una identidad que pide (...) ser asumida en plenitud".
"Gracias a ella, se puede construir una sociedad atenta al verdadero bien de la persona, a su dignidad y libertad, y capaz de salvaguardar el derecho de todo pueblo a vivir en paz. Estos son los fundamentos de la sana laicidad, dentro de la cual deben actuar las instituciones civiles, comprometidas en la defensa del bien común".
El Pontífice habló después de la crisis económica que afecta también a San Marino, después de los años de prosperidad gracias al comercio y al turismo, y mencionó también la cuestión de los trabajadores fronterizos, auspiciando que se resuelvan sus problemas, "teniendo en cuenta el derecho al trabajo y la tutela de las familias".
La situación actual "lleva a replantarse el camino y se convierte en ocasión de discernimiento. Hace que la sociedad sienta la exigencia de afrontar los problemas con valentía y responsabilidad, con generosidad y dedicación, recordando el amor a la libertad que distingue a vuestro pueblo".
A las autoridades presentes Benedicto XVI recordó que les corresponde "la tarea de constituir la ciudad terrenal en la debida autonomía y en el respeto de esos principios humanos y espirituales a los que cada ciudadano está llamado a adherirse con toda la responsabilidad de su conciencia personal; y, al mismo tiempo, el deber de seguir trabajando para construir una comunidad fundada en valores compartidos".
Finalizado el discurso, el Santo Padre, acompañado de los Capitanes Regentes visitó la basílica de San Marino, cerrada al público, donde fue acogido por el rector, Mons. Lino Tosi.
Tras la adoración al Santísimo Sacramento y la veneración de las reliquias del Santo, salió del templo para trasladarse, a las 6:15 p.m. al helipuerto de Torraccia, desde donde, después de despedirse de las autoridades, se desplazó al campo deportivo de Pennabilli (Rimini), para encontrarse con los jóvenes.