La Oficina de Prensa de la Santa Sede dio a conocer hoy un comunicado en el que expresa su rechazo y consternación por la ordenación episcopal de Joseph Guo Jincai en Chengde, provincia de Hebei en China, realizada sin autorización del Papa el pasado sábado 20 de noviembre, lo que constituye un retroceso en las relaciones entre el Vaticano y el gobierno chino.
El pasado 18 de noviembre el Vaticano ya había expresado que esta ordenación violaba además la libertad religiosa y de conciencia de los obispos que fueron obligados por el gobierno de China a asistir a la misma.
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Sobre esta ordenación, el comunicado de hoy señala que "el Santo Padre recibió la noticia con gran pesar, debido a que la ordenación episcopal fue conferida sin el mandato apostólico y, por tanto, constituye una dolorosa herida a la comunión eclesial y una grave violación de la disciplina católica".
Asimismo, el comunicado indica que "en los últimos días, varios obispos han sido sometidos a presiones y restricciones a su libertad de movimiento, con el fin de obligarlos a participar y conferir la ordenación episcopal. Estas coacciones, llevadas a cabo por las autoridades gubernativas y de seguridad chinas, constituyen una grave violación de la libertad de religión y de conciencia".
Por ello, "la Santa Sede tiene la intención de llevar a cabo una evaluación detallada de lo que ha sucedido, teniendo en cuenta los aspectos de la validez y la posición canónica de los obispos implicados".
Las consecuencias más serias recaen sobre el "reverendo Joseph Guo Jincai que, a causa de esta ordenación episcopal, se encuentra en una gravísima condición canónica frente a la Iglesia en China y la Iglesia universal, exponiéndose también a las graves sanciones previstas, en particular, por el canon 1382 del Código de Derecho Canónico" que establece que "el Obispo que confiere a alguien la consagración episcopal sin mandato pontificio, así como el que recibe de él la consagración, incurre en excomunión latae sententiae (automática) reservada a la Sede Apostólica".
Seguidamente el comunicado señala que "esta ordenación no sólo no contribuye al bien de los católicos de Chengde, sino que los coloca en una situación muy delicada y difícil, también desde el punto de vista canónico, y los humilla, porque las autoridades civiles chinas quieren imponerles un Pastor que no está en la plena comunión, ni con el Santo Padre, ni con los demás obispos de todo el mundo".
En diferentes ocasiones durante el presente año, la Santa Sede ha comunicado con claridad a las autoridades chinas su oposición a la ordenación episcopal del reverendo Joseph Guo Jincai. A pesar de ello, dichas autoridades decidieron proceder de manera unilateral, en detrimento del ambiente de respeto que se había creado con gran esfuerzo con la Santa Sede y con la Iglesia Católica por medio de las ordenaciones episcopales recientes.
El comunicado precisa además que "esta pretensión de situarse por encima de los obispos y de guiar la vida de la comunidad eclesial no corresponde a la doctrina católica, sino que ofende al Santo Padre, a la Iglesia en China y a la Iglesia universal, y complica aún más las dificultades pastorales actuales".
En su Carta a los Católicos de China de 2007, el Papa Benedicto XVI "expresó la voluntad de la Santa Sede de participar en un diálogo respetuoso y constructivo con las autoridades de la República Popular China, con el fin de superar las dificultades y normalizar las relaciones".
Al reafirmar esta disponibilidad, la Santa Sede constata con pesar que las autoridades permiten a los dirigentes de la Asociación Patriótica Católica China –la institución creada por el Gobierno comunista de China para tener bajo su control a la Iglesia y que no está en comunión con Roma, que bajo la influencia de su Vicepresidente Liu Bainian, adopta "actitudes que dañan gravemente a la Iglesia Católica y obstaculizan dicho diálogo".
Finalmente el comunicado expresa que "los católicos de todo el mundo están siguiendo con especial atención el problemático camino de la Iglesia en China: la solidaridad espiritual, con la que acompañan las vicisitudes de sus hermanos y hermanas chinos se convierte en una ferviente oración al Señor de la historia, para que esté cerca de ellos, aumente su esperanza y fortaleza y les otorgue el consuelo en los momentos de prueba".
China permite el culto católico únicamente a la Asociación Patriótica Católica China, subalterna del Partido Comunista de China, y rechaza la autoridad del Vaticano. La Iglesia Católica, fiel al Papa y clandestina en China, es perseguida permanentemente.
Las relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano se rompieron en 1951, dos años después de la llegada al poder de los comunistas que expulsaron a los clérigos extranjeros.
Para leer la Carta del Papa a los católicos de China puede ingresar a: http://www.aciprensa.com/Docum/benedictoxvi/documento.php?id=108