El experto en liturgia y arte sacro, Mons. Marco Agostini, aseguró que arrodillarse en la Misa es una buena manera de vencer la idolatría pues es una respuesta del hombre a la "epifanía de Cristo".
Mons. Agostini, oficial de la segunda sección de la secretaría de Estado y uno de los maestros de ceremonia pontificios, escribió en el diario L'Osservatore Romano, que los hermosos pisos de muchas iglesias antiguas fueron "hechos para las rodillas de los fieles" como una "alfombra perenne de las piedras" para la oración y la humildad.
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"Hoy los reclinatorios han desaparecido de muchas iglesias y se tiende a remover las balaustradas a las que uno se podía acercar a la comunión de rodillas", sostiene el experto según una traducción del texto divulgada por el vaticanista Sandro Magister.
"Sin embargo en el Nuevo Testamento el gesto de arrodillarse se presenta cada vez que a un hombre se le presenta la divinidad de Cristo: se piense por ejemplo en los Magos, el ciego de nacimiento, la unción de Betania, la Magdalena en el jardín la mañana de Pascua", agrega Mons. Agostini.
El experto recuerda que "Jesús mismo dijo a Satanás, que le quería imponer una genuflexión equivocada, que sólo a Dios se debe doblar la rodilla. Satanás pide todavía hoy que se escoja entre Dios o el poder, Dios o la riqueza, y trata todavía más profundamente. Pero así no se dará gloria a Dios de ninguna manera; las rodillas se doblarán para aquellos que el poder les ha favorecido, para aquellos a los cuales se tiene el corazón unido a través de un acto".
"Volver a arrodillarse en la Misa es un buen ejercicio de entrenamiento para vencer la idolatría en la vida, además de ser uno de los modos de ‘actuosa participatio’ de los que habla el último Concilio. La práctica es útil también para darse cuenta de la belleza de los pavimentos (al menos de los antiguos) de nuestras iglesias. Frente a algunos da ganas de quitarse los zapatos como hizo Moisés frente a Dios que le hablaba desde la zarza ardiente", señala.
Para Magister, "hoy arrodillarse –especialmente sobre el piso– ha caído en desuso. Tanto es así que suscita sorpresa el deseo de Benedicto XVI de dar la comunión a los fieles en la boca y de rodillas".
"Pero más que de una novedad, se trata de un retorno a la tradición. Las otras son el crucifijo al centro del altar, ‘para que todos en la misa miren hacia Cristo y no unos a otros’, y el uso frecuente del latín ‘para subrayar la universalidad de la fe y la continuidad de la Iglesia’", explica Magister.
El vaticanista sostiene que "se ha perdido de vista también el sentido de la pavimentación de las iglesias. Tradicionalmente muchas fueron ornamentadas precisamente para hacer de fundamento y guía a la grandeza y profundidad de los misterios celebrados".
"Hoy pocos son los que advierten que pisos así de hermosos y preciosos son hechos también para las rodillas de los fieles: un tapete de piedra sobre el cual postrarse frente al esplendor de la epifanía divina", agrega.