Miles de fieles y peregrinos se reunieron este medio día en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus dominical con el Papa Benedicto XVI, quien al introducir la oración del Ángelus recordó que los frutos del año sacerdotal no podrán nunca ser medidos pero que ciertamente se ven desde ya y se verán aún muchos más.
“El sacerdote es un don del Corazón de Cristo: un don para la Iglesia y para el mundo. Del corazón del Hijo de Dios, rebosante de caridad, brotan todos los bienes de la Iglesia, y en modo particular tiene su origen la vocación de aquellos hombres que, conquistados por el Señor Jesús, dejan todo para dedicarse enteramente al servicio del pueblo cristiano, bajo el ejemplo del Buen Pastor”, dijo el Pontífice.
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El Santo Padre describió al sacerdote como quien es “plasmado por la misma caridad de Cristo, aquel amor que lo llevó a dar la vida por sus amigos y perdonar a sus enemigos”.
“Por ello –continuó- los sacerdotes son los primeros obreros de la civilización del amor. Y con ello pienso en tantas figuras de sacerdotes, algunas elevadas a los altares y otras cuyo recuerdo permanece indeleble en los fieles”.
Benedicto XVI exhortó a todos los sacerdotes a pedir siempre la intercesión de San Juan María Vianney en modo que “su ‘acto de amor’ que tantas veces recitamos durante el Año Sacerdotal continué alimentando nuestro dialogo con Dios”.
El Pontífice recordó también la clausura del Año Sacerdotal, enfatizando la vivencia de “jornadas inolvidables con la presencia de más de 15 mil sacerdotes de todas las partes del mundo. Se concluyó en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, que tradicionalmente es la ‘jornada de santificación sacerdotal’; esta vez lo fue en modo especial”.
Más adelante el Papa quiso también recordar la figura de otro sacerdote: Don Jerzy Popiełuszko, sacerdote y mártir, quien “ejercitó su generoso y valeroso ministerio junto a cuantos luchaban por la libertad, por la defensa de la vida y su dignidad. Tal obra de servicio al bien y a la verdad era un signo de contradicción por el régimen que entonces gobernaba en Polonia. El amor del Corazón de Cristo lo llevó a dar la vida, y su testimonio ha sido la semilla de una nueva primavera en la Iglesia y en la sociedad”.
Finalmente el Papa hizo notar que en el contemplar atentamente la historia, “se observa cuantas páginas de auténtica renovación espiritual y social han sido escritas por el aporte decisivo de sacerdotes católicos, animados solamente por la pasión por el Evangelio y por el hombre, por su verdadera libertad, religiosa y civil. ¡Cuántas iniciativas de promoción humana integral han partido de la intuición de un corazón sacerdotal!”
A continuación el Papa rezó el Ángelus, saludó a los presentes en diversos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.