Piero Ostellino es un conocido periodista italiano. En los años 80’s fue director del Corriere della Sera. Ayer este importante periódico publicó en primera página un editorial escrito por él titulado "Una defensa laica del Papa" Benedicto XVI ante la campaña mediática que difama al Santo Padre. En el texto el hombre de prensa alaba la gran labor y tolerancia cero del Pontífice ante los abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero.
Al iniciar su artículo, Ostellino explica que el ataque a la Iglesia y al Papa se origina en un "prejuicio racionalista" que no entiende la diferencia entre "pecado y delito, que pretende asimilar, ‘homologar’, los comportamientos de la Iglesia a los de la sociedad civil, negándole la especificidad espiritual, codificada en el derecho canónico, muy distinto al positivo del estado secularizado".
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Para el ex director del Corriere della Sera, "no se le puede pedir a la Iglesia que renuncie a un espacio autónomo de análisis y juicio, que es muy distinto a la presteza de colocar a sus propios miembros al imperio de la ley. El Estado y la Iglesia tienen misiones diferentes y la búsqueda de cancelar esta fecunda diferencia dañaría a ambos. Se manifiesta así, además, una vistosa paradoja".
Ostellino comenta luego que es "objeto de los ataques el actual Pontífice, que tiene el mérito indudable de haber obrado la transparencia al interior de la Iglesia sobre un fenómeno omitido, y de haber buscado definir, y distinguir, los ámbitos de los tribunales civiles, reconociéndoles las prerrogativas en el tema de la persecución del delito de pedofilia, según las leyes civiles, y las propias de la Iglesia, reivindicándole la autonomía en la condena de los pecados y en la redención de los pecadores, según el derecho canónico y la propia predicación (que se llama caridad cristiana)".
"La distinción ente pecado y delito es parte integrante de nuestra cultura y de nuestra civilidad, a la que no podemos renunciar", enfatiza.
Finalmente Pietro Ostellino resalta que "ante el espectáculo inquietante al que estamos asistiendo, asombra, finalmente, la gran cantidad de espectadores que permanecen silenciosos en una aparente indiferencia. Como si nuestra democracia liberal no fuese deudora del mensaje cristiano que ha colocado al centro la sacralidad y la inviolabilidad de la persona".