Pablo es uno de los cien jóvenes argentinos que el 17 de agosto pasado evitaron con su presencia y oraciones que la Catedral de Neuquén fuera profanada por las feministas que marcharon por las calles de esta provincia reclamando la legalización del aborto.
Desde hace una semanas, miles de personas se conmovieron con las imágenes en video difundidas a través del sitio web YouTube.com que confirman la ferocidad de las abortistas que participaron en el último Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) celebrado en Neuquén. Las manifestantes arremetieron con insultos e improperios contra los jóvenes católicos que protegían la Catedral. Puede ver el video en http://www.youtube.com/watch?v=kvuWrTpzmrY
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Uno de los protagonistas de este hecho es Pablo, de 21 años, quien concedió una entrevista a Javier Tebas, del sitio web ReligionEnLibertad.com en la que reveló detalles de lo ocurrido aquella tarde.
Pablo reveló que los jóvenes que se apostaron en la Catedral y recibieron humillaciones, escupitajos e incluso pedradas, se encontraban en Neuquén para participar de un encuentro católico y sabían de la "costumbre" de las feministas asistentes al ENM de atacar la Catedral de la ciudad anfitriona.
"La idea propiamente de la defensa de la Catedral surgió de los jóvenes asistentes por necesidad" pues sabían que la turba trataría de atacar "la catedral del lugar, se la pinta, se la apedrea, entonces, como miembros e hijos que somos de la Iglesia, ¿cómo no defenderla?", señaló Pablo.
De los 800 católicos que se encontraban reunidos en Neuquén, solo 100 decidieron defender la Catedral. "Fue muy duro al volver a donde estábamos alojados, los demás católicos nos sacaban la mirada de los ojos", recordó Pablo y señaló que los defensores del templo correspondían a distintos grupos de muchas provincias del país como San Luis, Buenos Aires, Santa Fe, Mendoza, Córdoba y Tucumán.
"Son muchos los grupos que participan, por mi parte fui con el Grupo Apostólico Christus Vincit de San Luis", indicó.
Sobre los ataques
Según Pablo, los jóvenes sentían "incertidumbre, no sabíamos lo que podía pasar, nos podían pegar, nos podían acuchillar, podían entrar al templo y profanar, todo podía pasar, son momentos de mucha tensión".
"Todo se prolongó una hora y cuarenta minutos, más o menos. Fue terrible, no se iban más, nos gritaban, nos escupían, nos tiraban latas de aerosoles y piedras, rasgaron una bandera Argentina y la prendieron fuego, nosotros, solo rezábamos, un Avemaría tras otro, sin parar. Pidiendo por cada una de ellas, pidiendo por cada niño abortado, pidiendo por nuestra Iglesia y sus Pastores, también en reparación por las blasfemias proferidas", agregó.
A pesar de la tensión, "nos invadía una paz extraordinaria, y en esto coincidimos todos los que allí estábamos, una paz que no puede venir de otro lado que no sea de Nuestro Dios y Señor, sentíamos que nos consolaba el alma".
"Además se percibía la presencia de Dios con nosotros, se me eriza la piel cuando recuerdo el momento en que empezaron a tirar de la bandera y algunos de los nuestros empezaron a tambalear por no soltarla, comenzó a llover agua bendita por todos lados, esto los recompuso en sus lugares al instante", recordó.
Pablo sostiene que no sintieron miedo y solo cumplieron con su misión "como laicos y como jóvenes, en dar testimonio constante de la verdad; este testimonio se dio".
El joven relató que poco antes de que llegue la horda de feministas, una señora se acercó a los que rezaban para preguntarles qué hacían allí.
"Le contamos que estábamos a favor de la vida y en defensa de la Iglesia, en ese momento comenzó a llorar y nos contó que ella había abortado, pero que quería rezar con nosotros, le dijimos que Dios perdona a todo el que se arrepiente y que ella sería un testimonio muy importante; y esto todos los días se puede hacer, rezando el Rosario en la calle, hablando con un compañero de la Universidad, en el trabajo, etc. Es muy necesario en nuestras sociedades, lo digo también por nuestra Madre Patria, que están viviendo un laicismo que asusta", indicó.
Al ser consultado si sintieron la tentación de responder con violencia a las agresiones, Pablo respondió que todos llegaron con la intención de "resistir hasta la última gota de sangre. Algunos chicos de la primera línea se pusieron muy mal, porque insultaban a la Virgen, por ejemplo diciendo que era lesbiana. Ahí te dan ganas de todo, pero bueno, sabemos que el testimonio se da de otra forma, y que la virtud de la fortaleza es más perfecta cuando resiste que cuando ataca".
Según Pablo, luego de aquella experiencia en Neuquén, todos salieron fortalecidos, decididos a "vivir la vida como verdaderamente es: un combate, una milicia". "Creo que es hora de despertar, tenemos que tomar conciencia de que si nosotros no lo hacemos, no lo hace nadie, nadie va a dar testimonio de la esperanza si no lo hacemos los católicos, el mundo nos está esperando, el mundo espera de nosotros, que vayamos a buscarlo, a conquistarlo", agregó.