El Papa Benedicto XVI celebró la Santa Misa en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, patrones de Roma, y en su homilía recordó la importancia de ambos apóstoles: el primero por su tarea fundamental de crear unidad, el segundo por la catolicidad de su misión.
Desde la Plaza de San Pedro, el Pontífice reflexionó sobre el martirio de ambos santos, recordando que este “se presenta como fuerza del amor que supera el odia y la violencia".
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"Por su martirio, por su fe y por su amor, ambos apóstoles indican donde está la verdadera esperanza y son fundadores de un nuevo tipo de ciudad, que debe formarse en modo renovado y siempre en medio de la vieja ciudad humana, que es amenazada por las fuerzas contrarias del pecado y del egoísmo de los hombres”, indicó.
“Podemos decir –continuó- que su martirio, en lo profundo, es la realización de un abrazo fraterno. Ellos mueren por el único Cristo y, en el testimonio por el cual dan la vida, son una sola cosa. En los escritos del Nuevo Testamento podemos seguir el desarrollo de su abrazo, de esta realización de la unidad en el testimonio y en la misión”.
Respondiendo al porque del tiempo pasado en Roma por parte de San Pablo, Benedicto XVI afirmó que éste “considera su misión la realización de la tarea recibida por Cristo de llevar el Evangelio hasta los extremos confines del mundo".
"En este recorrido se encuentra Roma. El ir a Roma es parte de la universalidad de su misión como enviado a todos los pueblos. Es para él expresión de la catolicidad de su misión. Roma debe hacer visible la fe a todo el mundo, debe ser el lugar de encuentro de la única fe”, recordó.
Respondiendo a la misma pregunta en la figura de San Pedro, el Papa dijo: “Pedro deja la presidencia de la Iglesia cristiano-judía a Santiago el menor, para dedicarse a su verdadera misión: el ministerio para la unidad de la única Iglesia de Dios formada por judíos y paganos. El camino de san Pedro a Roma destaca la palabra ‘una’: su tarea es el crear ‘la unidad’ de la ‘catholica’, de la Iglesia de todos los pueblos. Es esta la misión permanente de Pedro".
"Hacer que la Iglesia no se identifique jamás con una sola nación, con una sola cultura o con un solo estado. Que sea siempre la Iglesia de todos. Que reúna a la humanidad más allá de las fronteras y que, en medio a las divisiones de este mundo, siempre haga presente la paz de Dios, la fuerza reconciliadora de su amor”, señaló.
Retornando a la figura de Pablo y a su misión, Su Santidad reflexionó sobre la Carta a los Romanos, en la que el Apóstol de gentes se dice “llamado a servir como liturgo de Jesús para las gentes, administrando como sacerdote el Evangelio de Dios, para que los paganos sean una oblación agradable y santificada por el Espíritu Santo”.
“Cuando el mundo en su totalidad sea una liturgia de Dios, cuando en su realidad se convierta en adoración, entonces habrá llegado a su meta, entonces será sano y salvo”, concluyó el Papa.