Al presidir una Eucaristía por el 25º aniversario del Centro Internacional Juvenil, el Papa Benedicto XVI improvisó unas reflexiones sobre el sentido de la vida y de la muerte en las que recordó que el hombre mantiene su dignidad “aunque esté en estado de coma, aunque sea un embrión”.
Desde la Iglesia de San Lorenzo in Piscibus, muy cerca del Vaticano, el Santo Padre leyó solo el inicio de la homilía que tenía preparada y continuó improvisando unas palabras a la luz del Evangelio de este quinto domingo de Cuaresma sobre la resurrección de Lázaro.
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"El ser humano, aun siendo parte de este gran biocosmos, lo trasciende, (...) porque ciertamente el hombre es siempre hombre con toda su dignidad, aunque esté en estado de coma, aunque sea un embrión, pero si solo vive biológicamente no desarrolla y realiza todas las potencialidades de su ser. El hombre está llamado a abrirse a nuevas dimensiones", señaló.
El Papa explicó que la primera dimensión es la del conocimiento. En este sentido señaló que, a diferencia de los animales, "el hombre quiere conocer todo, toda la realidad. Tiene sed de un conocimiento del infinito, quiere llegar a la fuente de la vida y beber de ella, encontrar la misma vida".
Así se llega a la segunda dimensión: "El hombre no es solo un ser que conoce, sino que vive en relación de amistad y de amor. Además de la dimensión del conocimiento de la verdad y del ser, existe, de manera inseparable, la dimensión de la relación, del amor. Aquí el ser humano se acerca más a la fuente de la vida, de la que quiere beber para tener vida en abundancia, la misma vida".
La ciencia y la medicina en particular, añadió, "son una gran lucha por la vida", pero aunque la medicina encontrara "la receta contra la muerte, la receta de la inmortalidad estaría confinada a la biosfera".
"Es fácil imaginarse qué sucedería si la vida biológica del hombre fuese inmortal: nos hallaríamos en un mundo envejecido, un mundo que no dejaría espacio a los jóvenes, a la renovación de la vida. Por tanto, comprendemos que este no puede ser el tipo de inmortalidad al que aspiramos. Beber de la fuente de la vida es entrar en comunión con este amor infinito que es su manantial", agregó.
Tras recordar que los padres de la Iglesia llaman a la Eucaristía "medicina de la inmortalidad", el Santo Padre explicó que en este sacramento "entramos en comunión con el Cuerpo resucitado de Cristo, que está animado por la vida inmortal y así, desde ese momento y para siempre, entramos en el espacio de la vida misma".