Esta mañana, fiesta de la Natividad de la Virgen María, el Papa Benedicto XVI celebró la Santa Misa en el Santuario de Mariazell con ocasión del 850 aniversario del mismo, y en su homilía señaló que "nuestra fe se opone decididamente a la resignación que considera al hombre incapaz de la verdad" y aseguró que esta renuncia "es el origen de la crisis de Occidente, de Europa".
Ante unos 50 mil feligreses, muchos de ellos venidos de países vecinos como Hungría, República Checa, Polonia y Eslovenia, que desafiaron una incesante lluvia y frío, el Santo Padre dijo que “Dios nos deja nuestra libertad y, no obstante ello, sabe encontrar en nuestros errores nuevos caminos para su amor”, afirmado que “Dios no falla” y nos invita “a orientar nuestra vida siempre en modo renovado hacia Él, a caminar siempre renovadamente hacia Cristo”.
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En Mariazell, localidad ubicada a 150 kilómertos al sureste de Viena, el Pontífice habló de la necesidad de “un corazón inquieto y abierto” propio de “personas que no se han acomodado a lo ordinario sino que se han lanzado a la búsqueda de algo más grande”.
“Necesitamos de Dios, de aquel Dios que nos ha mostrado su rostro y abierto su corazón: Jesucristo. Solo Él es Dios y por ello solo Él es el puente, que pone en contacto inmediato a Dios y al hombre”, agregó el Papa.
Aclaró también que si bien Cristo es para nosotros el “único Mediador de la salvación válido para todos”, esto no significa un “desprecio por las otras religiones ni una absolutización soberbia de nuestro pensamiento, sino un estar conquistados por Aquél que nos ha tocado interiormente y colmado de dones”.
Más adelante profundizó sobre la relación de la fe con la razón, recordando que “nuestra fe se opone decisivamente a la resignación que considera al hombre incapaz de la verdad. Esta resignación frente a la verdad es la raíz de la crisis del Occidente, de Europa”.
“Si para el hombre no existe una verdad –continuó explicando- él en el fondo no puede nisiquiera distinguir entre el bien y el mal. Nosotros tenemos necesidad de la verdad”.
Mirando la imagen de la Virgen de Mariazell, que porta al Niño Jesús en sus brazos, el Santo Padre exhortó a los cristianos a mirar a Jesús, a aquel niño que “naturalmente nos recuerda a todos los niños del mundo en los cuales quiere venir a nuestro encuentro”.
Así, el Papa hizo referencia a una “Europa que se ha vuelto pobre en niños: queremos todo para nosotros mismos, y tal vez nos confiamos demasiado del futuro. Pero la tierra estará privada de todo futuro solamente cuando se apaguen las fuerzas del corazón humano y de la razón iluminada por el corazón”.
Mencionando el lema de su viaje: “¡Mirar a Cristo!” recordó que Jesús mismo nos llama a una “amistad que perdura en la vida y en la muerte” y que el cristianismo es “un ‘sí’ a Dios, a un Dios que nos ama y guía, que nos lleva y deja nuestra libertad, es más, la hace verdadera libertad”.
“Es un ‘sí’ a la familia, un ‘sí’ a la vida, un ‘sí’ a un amor responsable, un ‘sí’ a la solidaridad, a la responsabilidad social y a la justicia, un ‘sí’ a la verdad y un ‘sí’ al respeto por las otras personas y por aquello que les pertenece”.
Finalmente el Papa destacó la misión de María entre nosotros y recordó que “en cualquier momento en el que miramos a María, ella nos muestra a Jesús”.
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