Durante la solemne Misa de Noche Buena celebrada en la Basílica de San Pedro a media noche, el Papa Benedicto XVI invitó a los fieles del mundo a encontrar en la Navidad el sentido auténtico del banquete y los regalos, a la vez que lanzó un llamado para proteger a los niños que más sufren.

El Pontífice, que combatía un leve resfrío, destacó en su homilía que “la señal de Dios es la simplicidad. La señal de Dios es el niño. La señal de Dios es que Él se hace pequeño por nosotros. Éste es su modo de reinar”.

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Dios, continuó el  Papa, “no quiere abrumarnos con la fuerza. Nos quita el miedo a su grandeza. Él pide nuestro amor: por eso se ha hecho niño. No quiere de nosotros más que nuestro amor”

Benedicto XVI explicó luego los dos sentidos que los Padres de la Iglesia le daban al pasaje de  Romanos 9,28; según la cuál “la Palabra se ha hecho pequeña”. “La Palabra se hace asible para nosotros. Así Dios nos enseña a amar a los pequeños. Nos enseña así a amar a los débiles. Nos enseña de esta manera el respeto ante los niños”.

“El niño de Belén –siguió el Pontífice- dirige nuestra mirada hacia todos los niños sufrientes y abusados en el mundo, tanto los nacidos como los no nacidos. Hacia los niños que, como soldados, son introducidos en el mundo de la violencia; hacia los niños que deben mendigar; hacia los niños que sufren la miseria y el hambre; hacia los niños que no experimentan ningún amor”.

El Papa pidió “orar en esta noche, para que el resplandor del amor de Dios acaricie a todos estos niños, y pidamos a Dios que nos ayude a poner de nuestra parte para que se respete la dignidad de los niños; que para todos surja la luz del amor de la cual el hombre tiene más necesidad que de las cosas materiales para vivir.

El segundo sentido de que la Palabra se haya hecho “pequeña”, explicó luego Benedicto XVI en la homilía de Noche Buena,  se expresa en que “toda la fe se resume en este único acto de amor que une a Dios y a los hombres”.

De esta forma, Dios “ya no está más lejano. Ya no es un desconocido. Ya no es inaccesible para nuestro corazón”.

El verdadero sentido de los regalos

“Dios, por nosotros, se ha hecho don. Se ha regalado a sí mismo. Se toma tiempo para nosotros”; explicó luego el Pontífice, al señalar que “¡Entre tantos regalos que compramos y recibimos no nos olvidemos del verdadero regalo: de entregarnos mutuamente algo de nosotros mismos! De donarnos mutuamente nuestro tiempo. De abrir nuestro tiempo para Dios. Así se disuelve la agitación. Así nace la alegría, Así surge la fiesta”.

Más aún, el Santo Padre pidió que “cuando por Navidad hagas regalos, no regalos algo sólo a aquellos que, a su vez, te hacen regalos, sino que regala a aquellos que no reciben de nadie y que no pueden darte nada a cambio. Así ha actuado Dios mismo”.

Benedicto XVI hizo luego una referencia eucarística al señalar que para los Padres de la Iglesia, el pesebre de los animales en Belén “se ha convertido en el símbolo del altar, en el cuál yace el Pan que es Cristo mismo: el verdadero alimento para nuestros corazones”. “Y vemos una vez más, cómo Él se ha hecho pequeño: en la humilde apariencia de la hostia, de un pedacito de pan, Él se entrega a sí mismo”.

“Oremos para que así, la luz que vieron los pastores también nos ilumine a nosotros y que se cumpla aquello que los ángeles cantaron aquella noche: ‘Gloria a Dios en lo alto de los cielos y paz en la tierra a los hombres que Él ama’”, concluyó.