Ante dos millones de polacos reunidos en el centro de Cracovia, el Papa Benedicto XVI celebró una Eucaristía en la que recordó a los presentes que todo ser humano está llamado a la vida eterna, orientación que tiene desde la creación y que encierra el sentido definitivo de su vida.
El Santo Padre meditó sobre la interrogante “Hombres de Galilea, ¿por qué miráis al cielo?” afirmando que “bajo esta pregunta está encerrada la verdad fundamental sobre la vida y sobre el destino del hombre”.
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Sobre la realidad terrena dijo: “Estamos sobre la tierra, porque el Creador nos ha puesto aquí como coronación de la obra de la creación. El omnipotente Dios, conformemente a su infalible plan de amor, creó el cosmos, lo creó de la nada. Y tras haber realizado esta obra, llamó a la existencia al hombre, creado a su imagen y semejanza. Le agregó la dignidad del hijo de Dios y la inmortalidad.”
Haciendo referencia al pecado afirmó que “sabemos que Dios mismo no se resignó a una situación y entró directamente en la historia del hombre y ésta se convirtió en historia de salvación”.
“Aquí experimentamos la fatiga de los viandantes en camino hacia la meta a lo largo de calles obstaculizadas, entre dudas, tensiones, incertidumbres, mas también en la profunda conciencia que antes o después este camino llegará a su fin”, destacó el Santo Padre.
Llegado a este punto, el Pontífice inició la meditación sobre la segunda parte de la reflexión: “¿Por qué miráis al cielo? Estamos llamados, permaneciendo en la tierra, a mirar el cielo, a orientar la atención, el pensamiento y el corazón hacia el infalible misterio de Dios. Estamos llamados a mirar en la dirección de la realidad divina, hacia la cual el hombre está orientado desde la creación. Ahí está encerrado el sentido definitivo de nuestra vida”.
Tras recordar al Siervo de Dios Juan Pablo II, el Pontífice confesó haber venido “a Polonia y a Cracovia por una necesidad del corazón, como peregrino sobre las huellas de mi Predecesor”.
Más adelante profundizó sobre la importancia de la fe, una fe que “es un acto humano muy personal, que nos realiza en dos dimensiones. Creer quiere decir antes que nada aceptar como verdad aquello que nuestra mente no comprende hasta el final. Hay que aceptar aquello que Dios nos revela sobre mí mismo, sobre nosotros mismos y sobre la realidad que nos rodea, también aquella invisible, infalible, inimaginable”.
“Un consentimiento a tal limitación de la razón no se concede fácilmente. Y es justamente aquí que la fe se manifiesta en su segunda dimensión: aquella de confiarse a una persona, no a una persona ordinaria sino a Cristo. Es importante aquello que creemos, pero aún más importante es aquél a quien creemos”, manifestó el Papa.
Finalmente exhortó a los polacos presentes, citando a Juan Pablo II, a “ser fuertes en la fuerza de la fe, de la esperanza, de la caridad, conciente, madura, responsable, que nos ayuda a establecer el gran diálogo con el hombre y con el mundo”.