El laico consagrado fundador del Sodalicio de Vida Cristiana y otras asociaciones eclesiales, Luis Fernando Figari, intervino hoy durante la 16º Congregación General del Sínodo de los Obispos, recordando que la fe es el fundamento para acercarnos a la Eucaristía y, por ello, exige una recta perspectiva antropológica y cultural y, asimismo, atención para que la nostalgia de infinito y la reconciliación del ser humano no sean escamoteadas por sucedáneos que ofrece el mundo.

En sus palabras iniciales, Figari describió algunos de los temas fundamentales en torno a la Eucaristía como la necesidad de profundizar en “la valoración del sacrificio amoroso y gratuito del Hijo de María, la conciencia de lo que significa el milagro de la Presencia Real, de cómo se vive la dimensión del Sacrificio Sacramental, sobre la participación en la Misa dominical, la vinculación de la Penitencia y la comunión, la Adoración del Señor Jesús que permanece como Emmanuel en el Santísimo, sobre el ars celebrandi, la comunión espiritual, como valor en sí y respuesta a dolorosas situaciones pastorales".

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Asimismo, describiendo la situación del mundo actual, el laico peruano dijo que “el impacto del agnosticismo funcional, la secularización y tantas malignas corrientes que sellan la 'cultura de muerte' invitan a una creciente y ardorosa nueva evangelización ad intra Ecclesiae, ante las debilidades que se constatan”.

“La fe –continuó–, clave de la vida cristiana, es el fundamento que nos permite acercarnos a la Eucaristía, y por ello merece una atención especial. Ello exige una recta perspectiva antropológica y cultural, así como una detenida mirada al proceso de cómo la nostalgia de infinito y la cuádruple reconciliación de la persona humana son escamoteadas por muchos sucedáneos que ofrecen las ideologías y la praxis de este tiempo”.

Más adelante, Figari dijo que “la mirada de fe al don de la Eucaristía debería conducir a la maravilla continua y a clamar: '¡Señor mío y Dios mío!'”.

Finalmente, el fundador de la Familia Sodálite, afirmó que “el tiempo de hoy tiene también características y exigencias que constituyen un desafío a la vida cristiana y a la evangelización. Pero con el auxilio que viene de Dios no serán insuperables. Debemos ser, sí, conscientes de nuestras fragilidades, y desde ellas abrirnos a la luz y fuerza que viene en nuestro auxilio, y así vivir y dar razón al mundo de nuestra esperanza”.