Se cumple el vigésimo aniversario
de la puesta en marcha de la ley de despenalización del aborto que finalmente
sería confirmada por el TC en noviembre de 1985. La introducía
el Partido Socialista Obrero Español, recién llegado al poder,
con una fuerte oposición y contestación social que se ha ido diluyendo
con el paso de los años hasta dejar de ser, prácticamente, cuestionada
en los ámbitos políticos y mediáticos. El debate ha pasado,
en estos veinte años, de "aborto sí/aborto no" al de
"ampliación sí/ampliación no". El Partido Socialista,
a finales de los noventa, por boca de su entonces secretario general Joaquín
Almunia, anunciaba que, en caso de una futura victoria, realizaría la
despenalización total del aborto, lo que equivaldría a la autorización
del aborto libre, probablemente con una ley de plazos. El Partido Popular mantiene
la letra de la Ley de 1985, pero la realidad es que, en España, con una
interpretación amplia y laxa de la ley, existe, prácticamente,
un aborto libre. Eso al menos es lo que comienza a deducirse de los datos que
se han ido conociendo.
Las cifras reales del aborto en el mundo son imposibles de confirmar. Sabemos
que los organismos internacionales estiman que cada año cincuenta millones
de niños no llegan a ver la luz por causa del aborto; de ellos, la mitad
perecen bajo el amparo de las leyes abortivas. El aborto en el mundo causa hoy,
en un año, casi tantas víctimas como la II Guerra Mundial. Los
datos también indican que unas veinte mil mujeres pueden fallecer en
el mundo por las consecuencias negativas que para la salud de la madre se derivan
del aborto. En Europa se producen anualmente trece millones de abortos. En España
unos setenta mil. En España y en Europa el aborto ha pasado a ser la
primera causa de defunción.
En nuestro país, desde la despenalización parcial del aborto de 1985, se ha producido un constante incremento del número de abortos. En la última década se ha pasado de los algo más de cuarenta mil de principios de los noventa a los setenta mil actuales, y ello, pese a la reducción de la natalidad, la generalización de los medios anticonceptivos primero y la expansión de los contraceptivos después, de las numerosas y magníficamente financiadas campañas de información sexual y planificación familiar, etc., que han convertido España en uno de los países que tienen el dudoso orgullo de poseer una de las más bajas tasas de natalidad del globo y con un porcentaje altísimo de población que supera los sesenta años.
¿Cuántos niños no han nacido en España desde 1985 en función de la aplicación de la Ley? Teniendo presente que las estadísticas oficiales sólo recogen el número de las Interrupciones Voluntarias del Embarazo (IVE) transmitidas por los centros públicos o privados en que se practican, nos encontramos con una cifra que podría superar el millón de no-nacidos.
¿Nos encontramos, como tantas veces se ha dicho, ante un genocidio legalizado no sólo jurídicamente sino también la conciencia colectiva de los españoles? Desgraciadamente la contestación tendría que ser afirmativa, porque el aborto es, para la inmensa mayoría de los españoles, lo rechacen o no en su conciencia particular, simplemente unas siglas y una estadística que prefieren desconocer.
La opinión pública española, mediatizada por la propaganda pro-aborto más o menos encubierta que existe, por la lenta desaparición de la moral objetiva, por la expansión del materialismo y el hedonismo como base de la nueva filosofía y moralidad social, ha ido cambiando en las últimas décadas. Aunque no contamos con análisis específicos, si rastreamos en las encuestas del CIS, nos encontramos con cambios significativos: de la oposición total y mayoritaria que existía antes de la legalización hemos pasado a un crecimiento constante del relativismo frente al aborto por parte de la mayoría de la población. Hoy el 34% de la población se presenta como tolerante ante el aborto y el 42% como poco tolerante, lo que significa que, aún estando moralmente en contra de forma genérica, lo admitirían según qué casos. Los que se manifiestan rotundamente en contra son una minoría, un 10% y más minoritarios son los que lo hacen rotundamente a favor, un 6%. Es evidente que la población española presenta un alto grado de indefinición y que, en este como en tantos otros temas, se deja llevar por los vientos imperantes del momento. Ahora bien, el dato positivo, es que en esa misma mayoría permanecen todavía los restos de la educación recibida que es la que, realmente, ha impedido la despenalización legal absoluta, aún cuando, en la práctica, sea casi una realidad. Teniendo presente estos datos es fácil deducir que la lucha contra el aborto, contra la Ley del aborto, pasa por una reeducación, una concienciación de los españoles en esta materia si no se quiere que poco a poco, como anotamos antes, el aborto sea simplemente fría estadística.
La despenalización del aborto en España introducía plazos legales con limitación a tres casos: terapéutico (en caso de peligro para la salud de la madre); ético (en caso de violación con denuncia previa); eugenésico (por malformaciones en el feto). Desde la aprobación de la Ley se ha debatido su ampliación mediante la introducción de un nuevo supuesto, el socioeconómico, algo que recoge el programa socialista para el futuro. Orillemos en este artículo el largo debate sobre los tres supuestos y las razones, más o menos falsarias, en que se escudan los defensores de la actual Ley del aborto. Conviene, eso sí, indicar un dato: la escasa importancia del denominado aborto ético (por violación). Las cifras, pese a su crecimiento, son incuestionables: 19 casos sobre setenta mil en el 2001; 14 casos de cincuenta mil en el 97; 5 casos de cincuenta mil en el 95; 9 de cuarenta y tres mil en el 92.
¿Por qué causas reales abortan las españolas? Según las series estadísticas, mayoritariamente, acogiéndose al aborto terapéutico. Es decir, por peligro para la salud física o psíquica de la madre. Como los casos a vida o muerte, con grave peligro para la vida de la madre, son, en realidad, ínfimos, la inmensa mayoría se acogen a cuestiones psíquicas. Desde la despenalización, en España, los índices de este tipo de aborto rondan el 98% de los casos, lo que significa que bajo este apartado se esconde una inmensa burla a laye, un subterfugio que permite el aborto prácticamente libre.
¿Pero no existe control sobre esta cuestión? La realidad es que no, por razones muy diversas y difíciles de explicar. Ante el aborto, los médicos pueden negarse a practicarlo acogiéndose a la cláusula de la objeción de conciencia frente al mismo. Una importantísima parte de la clase médica se niega a practicarlos, lo que constituye otro frente importantísimo contra el aborto. De hecho, el número de abortos que se practican en centros públicos de salud es muy reducido y la mayoría son realizados ante situaciones extremas para la salud de la madre. Para facilitar la práctica del aborto las autoridades públicas, ante la negativa médica, han propiciado el desarrollo de centros privados. Desde la pionera Cataluña hasta el crecimiento expansivo de estos centros en Andalucía la geografía de la muerte ha crecido gracias, en muchos casos, al apoyo directo o indirecto de los gobiernos autónomos de los que depende la cuestión. En las series estadísticas se observa que en esa red de centros privados, hospitalarios o no, se practican el 97% de los abortos que se producen en España, cifra que permanece invariable desde principios de los noventa. De ellos, el 90% se realizan en clínicas o centros especializados. En estos puntos parece fácil obtener la correspondiente certificación de riesgo y el alargamiento de los plazos gracias a una interpretación laxa de la Ley.
¿Cuáles serían las razones reales que llevan al aborto en España? No contamos con estudios específicos, pero sí con análisis de lo que sucede en otros países del área desarrollada. Estos trabajos indican que el 22% de los abortos se producen por razones socioeconómicas, el 14% por razones familiares y el 52% por causas sociales. ¿Qué significa esto? Que el 88% de los abortos que se producen podrían ser evitados con una acción más decidida de los poderes públicos, de los medios de comunicación y por tanto de concienciación y de un mayor desarrollo de la solidaridad colectiva. Algunas administraciones locales, pues sería impensable que se pusiera en marcha una política estatal en esta materia, han comenzado a luchar contra el aborto en este campo. Así es de destacar el programa siciliano de "ventanilla infancia" o la nueva política del Ayuntamiento de Milán. También cuenta la acción de las asociaciones de lucha por la vida, en España, los grupos Pro-Vida han logrado que 18.000 niños que estaban condenados a morir vieran, al final, la luz del mundo.
¿Por qué no se produce un combate a través de la acción directa para reducir el número de aborto si las autoridades, nominalmente contrarias al mismo pero incapaces de actuar en consecuencia, quieren evitarlo? Básicamente porque lo que se mantiene, como política oficiosa, es la defensa de una especie de propaganda solapada del aborto. La pérdida de conciencia del aborto como crimen es un hecho incuestionable. El aborto se presenta, y esa es la filosofía de la Ley española y la imperante en los poderes públicos, como un mal menor y así se transmite a la sociedad. Incluso, en amplias capas de la sociedad, se comienza a contemplar como una solución positiva ante los problemas socio/laborales que un embarazo puede presentar.
¿Qué se puede hacer? Sólo la contemplación
real de un aborto, la difusión de sus consecuencias para las mujeres
y sus familias, puede hacer mella en esta nueva mentalidad. De ahí la
proscripción, la censura, que existe de hecho cuando se quiere difundir
esta aleccionadora realidad. Es la autocensura de muchos educadores, incluyendo
a quienes imparten la materia de religión en centros públicos
e incluso privados, que jamás se atreverían a difundir los vídeos,
las imágenes o los testimonios de lo que en realidad es un aborto. Sobre
las consecuencias, sobre el después del aborto, se podría realizar
todo un tratado pero se prefiere ocultar los datos Citemos un ejemplo: un estudio
realizado en Alemania indica que el 52% de las madres que han abortado se muestran
incómodas o se sienten mal cuando se recuerda el hecho; un 70% de las
mujeres que abortan sufren, a lo largo de su vida, con la idea de lo que habría
sido de ese niño si ellas no hubiesen abortado; un 50% de las uniones
se disuelven al año de haberse producido la interrupción del aborto.
Porque como apuntaba la madre Teresa de Calcuta:
"Pero yo siento que hoy en día el mayor destructor de la paz es
el aborto, porque es una guerra en contra del niño, la muerte directa
de un niño inocente, asesinado por la propia madre. Y si aceptamos que
una madre puede matar hasta a su propio hijo, ¿cómo podemos decirle
a otras gentes que no se maten unos a otros? ¿cómo persuadimos
a una mujer de que no se haga un aborto? Como siempre, debemos persuadirla con
amor y debemos recordarnos a nosotros mismos que amor significa estar dispuestos
a dar hasta que duela. Jesús dio hasta su vida para amarnos. Así,
la madre que está pensando en el aborto, debe ser ayudada a amar, eso
es, dar hasta que duela sus planes, o su tiempo libre, para respetar la vida
de su hijo. El padre de ese hijo, quien quiera que sea, también debe
dar hasta que duela. Mediante el aborto la madre no aprende a amar, sino que
mata hasta a su propio hijo para resolver sus problemas. Y, mediante el aborto,
se le dice al padre que no tiene que tomar ninguna responsabilidad con el niño
que ha traído al mundo. El padre probablemente ponga a otras mujeres
en el mismo problema. De manera que al aborto solo conduce a más abortos.
Cualquier país que acepte el aborto no está enseñando a
su gente a amar, sino a que use cualquier violencia para conseguir lo que quieren.
Es por eso que le mayor destructor del amor y la paz es el aborto".
Todo lo apuntado indica que son necesarias las campañas de concienciación para luchar contra el aborto y que, previsiblemente, éstas sólo puedan hacerse desde la sociedad civil. Campañas como la puesta en marcha en 1995 en Novara (Italia) por el grupo "Defender la Vida con María" que lanzó el padre Gagliardani para dar sepultura a fetos y embriones siguiendo lo prescrito en la Domun Vital: "los cadáveres de embriones o fetos, fruto de abortos, deben ser respetados".
Finalmente, prescindiendo del criterio religioso y hasta de la moral objetiva que condena el aborto sin paliativos, convendría recordar que las Naciones Unidas rechazan el aborto como medio de planificación familiar (Conferencia Internacional sobre Población y Recursos, El Cairo 1994); que el Fondo de Población de las Naciones Unidas lucha contra el aborto mediante la difusión de políticas que indirectamente lo reduzcan. Implícitamente, el aborto es considerado por la ONU como un mal y la función de la planificación familiar debe ser precisamente el evitarlo y no convertirlo en un elemento más de la misma, como sucede de facto en nuestros países. Algo que deberían asumir tanto los poderes públicos como los centros que operan en España.
Francisco Torres
Fuente: http://www.arbil.org/