Regina apostolorum
Reina de los apóstoles. El título de reina de los apóstoles, conviene tanto a María que si los apóstoles instruyeron a los pueblos de toda la tierra ellos lo fueron por María; porque según san Bernardo, los apóstoles recurrieron a ella en sus dudas y cuando querían estar seguros de las intenciones de Jesucristo sobre algún punto de su creencia. Por otro lado, si cada uno de ellos destruyeron el paganismo en la parte del mundo que le correspondió por la partición que hicieron entre ellos. María disipó y disipa todavía las herejías en todos los países del mundo. Alégrate Virgen María, tú sola destruyes las herejías en todo el universo.
Regina martyrum
Reina de los mártires. No se podría honrar a María como se debe si no se la reconoce como Reina de los mártires, porque aunque ella no haya derramado su sangre por la confesión de la fe, sin embargo sufrió con más confianza y amor que todos los mártires. Y por decirlo todo con una sola palabra, sufrió en corazón maternal todo lo que el Rey de los mártires, Jesucristo, su divino hijo, soportó en su carne inocente.
Reina de los mártires ruega por nosotros
Regina confessorum
Reina de los confesores. Pues si se llama confesores a aquellos que confesaron a Jesucristo, ¿se rehusará el título de Reina de los confesores a la que confesó con una firmeza y una constancia incomparablemente superior a la suya? Ella lo siguió no sólo en medio de los oprobios y tomentos de su Pasión, sino que subió generosamente al Calvario con Él, para verlo consumar el sacrificio de nuestra redención. Los apóstoles habían reconocido a Jesucristo como Hijo del Dios vivo, pero en el tiempo de la Pasión, infieles a la confesión de su fe, la disimularon y escaparon. No ocurrió así con María, que siempre constante y fiel, lo reconoció como su Dios en todo el curso de su Pasión y sobre la Cruz.
Regina Virginum
Reina de las vírgenes. De todos los títulos, honores y alabanzas que se da a María, el de Reina de la Vírgenes le conviene por excelencia, porque ella es el prototipo de la virginidad, ya que fue la primera que se comprometió por un voto de virginidad perpetua. La virginidad, antes de su tiempo, era tan despreciada que la hija de Jefté, estando a punto de ser inmolada por su padre, antes de haberse casado, fue a llorar su virginidad a los montes. Pero desde que María elevó la gloria de la pureza virginal, se vio consagrarse a millones de vírgenes, a Jesucristo como a su único esposo según esas palabras del profeta en el salmo XLIV: Después de ellas, conducirán vírgenes al Rey.
Regina sanctorum omnium
Reina de todos los santos. Finalmente, el título de Reina de todos los santos que la Iglesia da a María, encierra las más grandes alabanzas que sea posible darle, porque anuncia que es superior a los santos de todos los órdenes. En efecto, María conforma un orden separado en el cielo; y para juzgar el alto punto de su gloria, hay que remarcar que Dios glorificó a su propia Madre. Por ese motivo se ha representado a los ángeles y a los santos de todo orden ofreciendo a María sus coronas, para significar que ella reina en el cielo por encima de ellos.
Ejemplo
Una peste terrible despoblaba la ciudad de Roma, el Papa san Gregorio Magno había predicado la penitencia, ordenado oraciones públicas, hecho votos, pero la peste continuaba sus estragos, hasta que tomó el partido de volver se directamente hacia la Madre de Dios, y ordenó que el clero y el pueblo fuesen en procesión general a la Iglesia de Nuestra Señora, llamada Santa María la Mayor, y que se llevara por toda la ciudad la imagen de la Santísima Virgen, pintada por san Lucas. Esta procesión detuvo perfectamente el curso de esta calamidad. Fue maravilloso ver que por todos los lugares donde la imagen pasaba, cesaba la peste cesaba enteramente; y antes del fin de la procesión se vio sobre la terraza de Adriano, hoy llamada Castillo del Santo Ángel, un Ángel en forma humana que guardaba una espada ensangrentada en su vaina. Al mismo tiempo se escuchó a los ángeles cantar este antífona de la Santísima Virgen. Regina Coeli, laetare alleluia, etc. El Santo Pontífice agregó: ora pro nobis, Deum, ruega a Dios por nosotros; y la Iglesia ha empleado siempre desde entonces esta oración para saludar a la Santa Virgen en tiempo de Pascua.
Sirvamos a María, como nuestra reina, ella no se dejará vencer en generosidad.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa