Viernes 20 de mayo del 2011
William E. Carroll
El Papa recientemente remarcó que podría parecerle raro a algunas personas que en la homilía de la Vigilia Pascual de este año se concentrara tanto en la doctrina de la creación. El tiempo de Pascua, después de todo, es sobre el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Cristo. Pero Benedicto XVI nos recuerda que los eventos celebrados en la Pascua necesitan ser entendidos en “el mar de la historia que nos lleva hasta los orígenes, a la creación”.
En todo su pontificado –y antes de que se convirtiera en Papa– Benedicto ha reflexionado con frecuencia en la doctrina de la creación y en la inteligibilidad del universo, y en todo ese proceso ha sido un defensor de la razón en la raíz de la fe. Su homilía del Sábado Santo nos ofrece un recordatorio de lo que él considera un asunto central en la cultura contemporánea: ¿es la racionalidad o la sin razón (y la suerte) la última fuente de existencia y significado?
Vale la pena mirar su respuesta en detalle:
En la Vigilia Pascual, el camino a través de las sendas de la Sagrada Escritura comienza con el relato de la creación. De esta manera, la liturgia nos indica que también el relato de la creación es una profecía. No es una información sobre el desarrollo exterior del devenir del cosmos y del hombre. Los Padres de la Iglesia eran bien concientes de ello. No entendían dicho relato como una narración del desarrollo del origen de las cosas, sino como una referencia a lo esencial, al verdadero principio y fin de nuestro ser…
Los Padres de la Iglesia y otros en la historia de la Iglesia han tratado de encontrar algunas concordancias entre el capítulo primero del Génesis, sobre los “seis días de la creación” y lo que la ciencia nos dice sobre el mundo. Sin embargo teólogos como Tomás de Aquino nos recuerdan que los que es esencial para la fe en el Génesis es el “hecho de la creación”, no “la manera o modo en que se formó el mundo”. La Biblia no debe leerse como un libro de ciencia. A Galileo le gustaba citar las palabras de Cardenal Baronius: la Biblia nos enseña cómo llegar al cielo, no cómo va el cielo.
En su homilía, el Papa reflexiona sobre la apertura del Evangelio de San Juan como un comentario del primer capítulo del Génesis:
"En el principio existía el Verbo". En efecto, el relato de la creación… se caracteriza por la expresión que aparece con frecuencia: "Dijo Dios…". El mundo es un producto de la Palabra, del Logos, como dice Juan utilizando un vocablo central de la lengua griega. "Logos" significa "razón", "sentido", "palabra". No es solamente razón, sino Razón creadora que habla y se comunica a sí misma. Razón que es sentido y ella misma crea sentido. El relato de la creación nos dice, por tanto, que el mundo es un producto de la Razón creadora.
Al revelar que la fuente de todo es la Razón creadora, que acoge el amor y la libertad en la lectura de Benedicto, tenemos un mayor sentido de la razón de lo que ha sido celebrado en el mundo moderno desde el tiempo de Descartes. Este sentido más amplio de la razón incorpora, pero no se limita, a la racionalidad central de las ciencias naturales y la filosofía. Además, identificar la Razón, el Logos, como una fuente creadora de todo esto, es reconocer que deben rechazarse el azar y la suerte como principios últimos que expliquen la naturaleza.
Nuevamente, las palabras del Papa:
Nos encontramos aquí frente a la alternativa última que está en juego en la discusión entre fe e incredulidad: ¿Es la irracionalidad, la falta de libertad y la casualidad el principio de todo, o el principio del ser es más bien razón, libertad, amor? ¿Corresponde el primado a la irracionalidad o a la razón? En último término, ésta es la pregunta crucial. Como creyentes respondemos con el relato de la creación y con Juan: en el origen está la razón. En el origen está la libertad…
¿Reconocemos que el universo es el resultado de la Palabra libre creadora de Dios, que todo lo que existe depende, en todo momento de su existencia, de la acción causal de Dios, o pensamos que no existe fuente última de las cosas, que todo existe porque sí, y en última instancia, sin razón?
Benedicto dice, “todo depende de” nuestra respuesta a esta pregunta. No es tímido al esbozar el contraste en términos que reflejen los debates contemporáneos sobre las implicancias de la biología revolucionaria y la cosmología:
No es que en el universo en expansión, al final, en un pequeño ángulo cualquiera del cosmos se formara por casualidad una especie de ser viviente, capaz de razonar y de tratar de encontrar en la creación una razón o dársela. Si el hombre fuese solamente un producto casual de la evolución en algún lugar al margen del universo, su vida estaría privada de sentido o sería incluso una molestia de la naturaleza. Pero no es así: la Razón estaba en el principio, la Razón creadora, divina.
Es importante aquí reconocer que el Papa no está rechazando los principios de la evolución, que involucran llamados a algún nivel de azar y suerte en la proceso de cambio. Por lo que está preocupado es por el fracaso de reconocer como último principio de racionalidad e inteligibilidad: a la Razón creadora. Rechaza la perspectiva de que el hombre es “simplemente un producto de la evolución” o que intente encontrar “racionalidad dentro de la creación” en vez de reconocer que la Razón se erige como el origen de la creación y por ello es la fuente de la inteligibilidad de la naturaleza.
La homilía del Papa es una reflexión teológica, basada en la fe, y dirigida a los creyentes. Pese a que ofrece una visión alternativa a las varias formas del “nuevo ateísmo”, no se compromete en negar la creación en términos filosóficos. Esta es una tarea para otro tiempo y lugar. Pero al final, ha proporcionado una ejemplo de teología defendiendo la Razón, el Logos, como la fuente creadora que todo lo que apunta al concepto de inteligibilidad que incluye a la fe y la revelación: un recordatorio para creyentes y no creyentes sobre el hecho de que la fe y la razón no son categorías opuestas.
William E Carroll estudió en el Thomas Aquinas Fellow in Theology and Science, Blackfriars, the University of Oxford. Esta columna ha sido adaptada de su presentación en el Collegium Anton Neuwirth en Ivanka pri Dunaji, Eslovaquia.