Educar, ¿En qué consiste?


Por Bernabé Tierno y Antonio Escaja

«La educación no crea al hombre, le ayuda a crearse a sí mismo» (M. Debesse)

Las ideas transforman el mundo, pero es necesario tener valentía para ponerlas en práctica. No basta que los educadores sepan lo que ha de hacerse si no se comprometen en el servicio al educando. Por eso queremos que el curso que ahora iniciamos sirva para clarificar las ideas y alentar en la acción. Vaya por delante el avance del esquema con las líneas maestras que nos van a servir de guía:

I. Como Educadores necesitamos: - Saber lo que pretendemos: claridad de objetivos y fines. - Conocer al educando: en su desarrollo y en su mundo. - Conocernos a nosotros mismos: motivaciones, habilidades...

II. Educamos en relación interpersonal: influjo sobre el niño. FAMILIA - ESCUELA - SOCIEDAD

III. Buscamos los medios más idóneos: morales e instrumentales. Todo el mundo parece entender en qué consiste educar, pero lo cierto es, que en pocas actividades humanas se han acumulado tantas contradicciones como en ella.

Las inclinaciones naturales, el aprendizaje y la razón son los instrumentos que forjan al hombre, según explicaba el viejo Aristóteles. En efecto, los instintos constituyen el acicate de la naturaleza para la actividad del bruto irracional. En ocasiones, también el amaestramiento puede dar cuenta de su conducta. Pero al hombre no hay tendencia espontánea ni aprendizaje adquirido que te diga totalmente lo que ha de hacer; no sirven para dar completa razón de su comportamiento, porque lo propio del hombre es orientar su vida por la razón.

Así lo han entendido los más conspicuos educadores. Como Frobel, por ejemplo, que nos dice: «La educación no es sino la vida o el medio que conduce al hombre, ser inteligente, racional y consciente a ejercitar, desarrollar y manifestar los elementos de vida que posee por sí propio.»

No obstante, hay autores que pretenden explicar la conducta del hombre por las mismas pautas de conducta qué posee el animal: "Denme una docena de niños sanos y bien formados y el entorno que yo determine para educarles, y me comprometo a escoger uno de ellos al azar y entrenarse para llegar a ser especialista del tipo que sea: médico, abogado, artista, hombre de negocios y, sí hasta mendigo o ladrón". Así opina Watson, el padre del conductismo.

Sin duda que podría lograr su propósito; pero un hombre así fabricado, ¿sería un hombre o más bien un animal amaestrado? llegaría a ser lo que el experimentador determinara, pero no lo sería por sí mismo, pues sería una hechura del otro.

Constituye una tentación permanente de los educadores pretender que el, niño sea imagen y semejanza suya.

Constituye una tentación permanente de los educadores pretender que el niño sea imagen y semejanza suya. Muchos padres proyectan sus propios deseos en la educación de los hijos: «No quiero que les falte yo lo que yo no tuve. Que estudien lo que yo no pude estudiar. Que sean lo que yo no logré ser...» De este modo van propiciando que el muchacho obre sólo por gusto a sus padres, contradiciendo sus propios deseos e inclinaciones. Y cuando tengan que elegir carrera, elegirán la que quieren sus padres y no la que a ellos les gusta. Dejarán de salir con tal chica, porque no cae bien a sus padres... Y así en otras decisiones vitales.

En la misma línea de conducta podemos encontrar celosos educadores que, con la mejor intención del mundo, pretenden que por los mismos criterios integren en tales grupos o aquellos compromisos.

Se olvidan, sin duda, de una verdad fundamental en educación: que educar no es imponer nada a nadie, sino ayudar a ser, que el principal agente de la educación es el mismo muchacho; que el educador no es más que un medio para que el niño se eduque.

La educación es un proceso interno (intrínseco, dicen los filósofos) que nadie puede asumir por otro. El objetivo de la educación es que el individuo alcance su felicidad en la. realización plena de su vocación. Pero, como dice G. Marcel, «mi vocación soy yo». la educación es la realización de mi vocación de hombre, y ésta no consiste tanto en hacer cosas como en hacerse a sí mismo. Es el muchacho el que se hace, se perfecciona...

Educarse es, en definitiva, aprender la irremplazable profesión de hombre.

Podemos afirmar que nadie educa a nadie, se educa uno a sí mismo. Puesto que cada uno es dueño de su propia existencia, la única tarea que corresponde al educando no puede ser más que ésta: ser él mismo.

Frases célebres para la reflexión del educador

«El principio de la educación es predicar con el ejemplo» (Turgot). «La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que su naturaleza es capaz» (Kant). «No comprimas con mucha fuerza y rigor la mano de un niño tierno» (Focílides). «La mayor parte de las gentes confunde la educación con la instrucción» (Severo Catalina). «La educación es un seguro para la vida y un pasaporte para la eternidad» (Aparisi y Guijarro). «No hay malas hierbas sin hombres malos, sólo hay malos cultivadores» (Víctor Hugo). «Edificar la inteligencia es ampliar el horizonte de sus deseos y necesidades» (J. R. Lowell).


Tomado de "Educación en Valores"