Por Diego Ibáñez Langlois
La frivolidad es permisiva y temeraria. Por eso considera timoratos a los padres prudentes y responsables.
Como no tiene nada que perder, no tiene nada que defender. Sólo quien valora algo y lo tiene en mucho, no lo expone a riesgos innecesarios. La permisividad carece de valores. La indecisión o la comodidad de los padres acaba en permisividad. Los valores no son transables por las costumbres o modas del momento. No se someten al abuso de las mayorías, reales o aparentes. Lo que la mayoría hace o dice hacer no puede elevarse a la categoría de valor, aunque pese en el ambiente.
No es nada novedoso comprobar que la mayoría camina por un plano inclinado hacia la facilidad. ¡Tantos cuidados para que los hijos pequeños no jueguen con fuego, en tanto que a los hijos adolescentes se les deja entrar en la hoguera como si nada!. ¿Por qué se teme tanto disgustar al hijo adolescente, cuando justamente es la permisividad lo que los hace temibles?
La permisividad es al comodidad del momento, pero trae consigo muchas incomodidades posteriores. Hay padres que mantienen una ignorancia culpable de lo que hacen sus hijos adolescentes fuera de casa. El frívolo es la caricatura del adulto, ya que no pasa de ser un adolescente que no maduró y al que le quedan grandes las responsabilidades, afrontándolas con caprichosa inmadurez.
La frivolidad no tolera el paso de los años, porque se identifica con los falsos valores de la juventud. Al ver que está se le escapa, intenta sujetarla aferrándose a las modas de los jóvenes. El adolescente que anda en malos pasos rehuye la vida de la familia, y sólo se siente a gusto con sus cómplices. Es triste comprobar que hay padres que se preocupan más del precio de las acciones, que de las acciones morales de su hijo. ¡Que lastima! Tanto éxito en la vida profesional a costa de que la propia familia sea un fracaso. "¡Haz lo que quieras! Me da lo mismo".
"Me das lo mismo" Es cierto. No siempre se dice así, textualmente, en ese tono, pero eso es lo que se quiere decir. Quitarse los hijos de encima es una expresión terrible, pero cuántos padres practican este deporte temerario, por indolencia, por comodidad, por desinterés, o simplemente por falta de valores o por valores equivocados.
Tomado de "Sentido común y educación en la familia"