VÍA
CRUCIS - VIERNES SANTO 2004
PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE
JUAN PABLO II
TEXTOS
DE MEDITACIÓN
PREPARADOS POR ABBÉ ANDRÉ LOUF
TRADUCCIÓN
DEL MONASTERIO DE BOSE
>
Presentación
> 1ª Estación: Jesús
en el Huerto de los Olivos
> 2ª Estación: Jesús,
traicionado por Judas, es arrestado
> 3ª Estación: Jesús
es condenado por el Sanedrín
> 4ª Estación: Jesús
es negado por Pedro
> 5ª Estación: Jesús
es juzgado por Pilatos
> 6ª Estación: Jesús
es flagelado y coronado de espinas
> 7ª Estación: Jesús
cargado con la cruz
> 8ª Estación: El Cirineo
ayuda a Jesús a llevar la Cruz
> 9ª Estación: Jesús
encuentra a las mujeres de Jerusalén
> 10ª Estación: Jesús
es crucificado
> 11ª Estación: Jesús
promete su Reino al buen ladrón
> 12ª Estación: Jesús
en la Cruz, la Madre y el Discípulo
> 13ª Estación: Jesús
muere en la Cruz
> 14ª Estación: Jesús
es colocado en el sepulcro
PRESENTACIÓN
Como
todos los años, la tarde del Viernes Santo,
celebración litúrgica de la Pasión
del Señor, la Iglesia de Dios en Roma, presidida
por su Pastor, el Sucesor de Pedro, realiza en el
Coliseo el piadoso ejercicio del "camino de
la Cruz". A la comunidad cristiana de Roma,
se unen a lo largo de las catorce estaciones, peregrinos
de todo el oikumene, mientras que millones de fieles
de toda lengua, pueblo y cultura participan en la
oración y la meditación a través
de los medios radiotelevisivos. Una feliz coincidencia
en el calendario permite este año celebrar
contemporáneamente a los cristianos de Oriente
y Occidente el gran misterio de la pasión,
muerte y resurrección del único Señor
y, por lo tanto, vivir juntos la memoria del acontecimiento
fundamental de su fe.
Este
año los textos bíblicos del Vía
Crucis han sido tomados del Evangelio de Lucas,
mientra que las meditaciones y las oraciones han
sido compuestas por Dom André Louf. Es un
monje cisterciense de estricta la observancia que
desde hace unos años vive en un eremitorio,
después de haber desempeñado el ministerio
de abad durante treinta y cinco años en su
comunidad de Notre-Dame de Mont-des-Cats, en Francia,
guiándola en el seguimiento de Jesucristo
desde los años del Concilio Vaticano II hasta
los umbrales del tercer milenio: un monje arraigado
en la Escritura gracias a la práctica cotidiana
de la lectio divina, amante de los Padres de la
Iglesia de los primeros siglos y de los místicos
flamencos; un padre de monjes capaz de acompañar
a los hermanos en la vida espiritual y en la búsqueda
cotidiana de "un solo corazón y una
sola alma" que caracterizaba la comunidad apostólica
de Jerusalén. Un monje cenobita, pues, para
el cual soledad y comunión están en
constante dialéctica existencial: soledad
ante a Dios y comunión fraterna, unificación
interior y unidad comunitaria, reducción
a la simplicitas de lo esencial y apertura a la
pluralidad de las expresiones de la vivencia de
la fe. Éste es el compromiso cotidiano del
monje, la dinámica de su stabilitas en una
determinada realidad comunitaria, el "trabajo
de la obediencia" (Regla de S. Benito, Prol.
2) por el que se vuelve a Dios.
Los
textos propuestos para este Vía Crucis están
impregnados de este esfuerzo monástico liberador,
que es también el esfuerzo de todo bautizado
miembro de la comunidad viva de la Iglesia. Jesús
se encuentra a veces "sólo", unas
veces por su libre opción, otras porque todos
le abandonaron: está solo en el Huerto de
los Olivos, cara a cara con el Padre; está
solo frente a la traición de un discípulo
y la apostasía de otro; solo afronta el sanedrín,
el juicio de Pilatos, los escarnios de los soldados;
solo carga sobre sí el peso de la cruz; solo
se abandonará totalmente en los brazos del
Padre.
Pero
la soledad de Jesús no es estéril,
sino todo lo contrario: puesto que brota de una
íntima unión con el Padre y el Espíritu,
crea, a su vez, comunión entre los que entran
en relación vivificante con ella. Así,
en su pasión, Jesús encuentra la ayuda
fraterna del Cirineo, conoce el consuelo de las
mujeres discípulas que vinieron con él
a Jerusalén, abre las puertas de su Reino
al centurión y al buen ladrón, que
supieron mirar más allá de la apariencia,
ve formarse a los pies de la cruz el embrión
de la comunidad compuesta por su madre y el discípulo
amado. En fin, justamente en el momento aparentemente
de mayor soledad, la deposición en el sepulcro,
cuando su cuerpo es entregado a la tierra, se abre
paso a una renovada comunión cósmica:
bajando a los infiernos, Jesús encuentra
en Adán y Eva a la humanidad entera, anuncia
la salvación a los "espíritus
encarcelados" (1 P 3, 19) y restablece la comunión
paradisíaca.
Para
todo discípulo de Jesucristo, participar
en el Vía Crucis significa, pues, entrar
en el misterio de soledad y comunión vivido
por el Maestro y Señor, aceptar la voluntad
del Padre sobre sí mismo, hasta descubrir,
más allá del sufrimiento y de la muerte,
la Vida sin fin que mana del costado traspasado
y del sepulcro vacío.
ORACIÓN INICIAL
El
Santo Padre:
En
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo.
R /. Amén.
Hermanos
y hermanas:
una vez más nos hemos reunido para seguir
al Señor Jesús
en el camino que lo lleva al Calvario.
Allá encontraremos a las personas que lo
han seguido hasta al final
- su Madre, el Discípulo amado,
las mujeres que lo siguieron en el anuncio de la
Buena Nueva -
y cuantos, movidos por compasión,
han tratado de consolarlo y de aliviar su dolor.
También encontraremos a los que decidieron
su muerte
y qué él, en un exceso de amor, ha
perdonado.
Pidámosle que infunda en nuestro corazón
sus sentimientos (Flp 2, 5)
para que nosotros podamos "conocerlo a él,
y la fuerza de su resurrección,
la comunión con sus padecimientos,
muriendo su misma muerte
para llegar un día a la resurrección
de entre los muertos" (Flp 3, 10-11).
Este año, en que la fecha de la Pascua
coincide providencialmente en todas las Iglesias,
queremos recordar a todos los discípulos
de Jesús,
que en el mundo conmemoran en este mismo día
su muerte y su sepultura.
Oremos.
Breve
pausa de silencio.
Jesús,
víctima inocente del pecado,
acógenos como compañeros de tu camino
pascual,
que de la muerte lleva a la vida,
y enséñanos a vivir el tiempo que
estemos en la tierra
arraigados en la fe en ti,
que nos has amado
y te has entregado a tí mismo por nosotros
(Ga 2, 20).
Tú eres Cristo, el único Señor,
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R
/. Amén.
MEDITACIONES
PRIMERA
ESTACIÓN
Jesús
en el Huerto de los Olivos
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelio según San Lucas. 22, 39-46
Salió
Jesús, como de costumbre, al monte de los
Olivos;
y lo siguieron los discípulos.
Al llegar al sitio, les dijo: "Orad, para no
caer en la tentación".
Él se arrancó de ellos, alejándose
como a un tiro de piedra
y, arrodillado, oraba diciendo:
"Padre, si quieres, aparta de mí ese
cáliz.
Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Y se le apareció un ángel del cielo
que lo animaba.
En medio de su angustia, oraba con más insistencia.
Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre,
hasta el suelo.
Y levantándose de la oración, fue
hacia sus discípulos,
los encontró dormidos por la pena, y les
dijo:
"¿Por qué dormís? Levantaos
y orad, para no caer en la tentación".
MEDITACIÓN
Llegado
al umbral de su Pascua,
Jesús está en presencia del Padre.
¿Cómo habría podido ser de
otra manera,
dado que su diálogo secreto de amor
con el Padre nunca se había interrumpido?
"Ha llegado la hora" (Jn 16, 32);
la hora prevista desde el principio,
anunciada a los discípulos,
que no se parece a ninguna otra,
que contiene y las compendia todas
justo mientras están a punto de cumplirse
en los brazos del Padre.
Improvisamente, aquella hora da miedo.
De este miedo no se nos oculta nada.
Pero allí, en el culmen de la angustia,
Jesús se refugia en el Padre con la oración.
En Getsemaní, aquella tarde,
la lucha se convierte en un cuerpo a cuerpo extenuante,
tan áspero que en el rostro de Jesús
el sudor se transforma en sangre.
Y Jesús osa por última vez, ante del
Padre,
manifestar la turbación que lo invade:
"¡Padre, si quieres, aparta de mí
este cáliz!
Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya"
(Lc 22, 42).
Dos voluntades se enfrentan por un momento,
para confluir luego en un abandono de amor ya anunciado
por Jesús:
"Es necesario que el mundo comprenda que amo
al Padre,
y que lo que el Padre me manda, yo lo hago"
(Jn 14, 31).
ORACIÓN
Jesús,
hermano nuestro,
que para abrir a todos los hombres el camino de
la Pascua
has querido experimentar la tentación y el
miedo,
enséñanos a refugianos en ti,
y a repetir tus palabras de abandono y entrega a
la voluntad del Padre,
que en Getsemaní han alcanzado la salvación
del universo.
Haz que el mundo conozca
a través de tus discípulos el poder
de tu amor sin límites (cf. Jn 13,1),
del amor que consiste en dar la vida por los amigos
(cf. Jn 15,13).
Jesús,
en el Huerto de los Olivos, solo, ante el Padre,
has renovado la entrega a su voluntad.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Stabat
mater dolorosa,
iuxta crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.
SEGUNDA
ESTACIÓN
Jesús,
traicionado por Judas, es arrestado
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelio según San Lucas. 22, 47-48
Todavía
estaba hablando, cuando aparece gente:
y los guiaba el llamado Judas,
uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo: "Judas, ¿con un
beso entregas al Hijo del hombre?"
MEDITACIÓN
Desde
la primera vez que se le menciona,
Judas es indicado como
"el mismo que le entregó" (Mt 10,
4; Mc 3, 19; Lc 6, 13);
el trágico apelativo de "traidor"
quedaría unido para siempre a su recuerdo.
¿Cómo pudo llegar a tanto uno que
Jesús había elegido
para que lo siguiera de cerca?
Judas, ¿se dejó arrastrar por un amor
frutrado a Jesús,
que se volvió en sospecha y resentimiento?
Así lo haría pensar el beso,
gesto que habla de amor,
pero que se convirtió el gesto de entrega
de Jesús a los soldados.
¿O fué quizás vícitma
de la desilusión ante un Mesías
que huía del papel político de liberador
de Israel del dominio extranjero?
Judas no tardaría en percatarse que su sutil
chantaje
terminaba en un desastre.
Porque no había deseado la muerte del Mesías,
sino sólo que se recobrase y asumiese una
actitud decidida.
Y entonces: vano arrepentimiento de su gesto,
de rechazo al sueldo de la traición (Mt 27,
4),
cediendo a la desesperación.
Cuándo Jesús habla de Judas como "hijo
de la perdición",
se limita a recordar que así se cumplía
la Escritura (Jn 17, 12).
Un misterio de iniquidad que nos sobrepasa,
pero que no puede superar el misterio de la misericordia.
ORACIÓN
Jesús,
amigo de los hombres,
tú has venido a la tierra y has tomado nuestra
carne,
para ofrecer tu solidaridad a tus hermanos y hermanas
de la humanidad.
Jesús dulce y humilde de corazón,
tú das alivio a cuantos sufren bajo el peso
de sus cargas (Mt 11, 28-29);
sin embargo, el ofrecimiento de tu amor ha sido
a menudo rechazado.
Incluso entre los que te acogieron
ha habido quien te ha renegado,
quien ha traicionado el compromiso adquirido.
Pero tú no has dejado nunca de amarlos,
hasta el punto de dejar a todo los demás
para ir en su busca,
con la esperanza de hacerlos volver contigo,
cargándoslos sobre tus hombros (Lc 15, 5)
o apoyados en tu pecho (Jn 13, 25).
Encomendamos a tu infinita misericordia,
a tus hijos, asechados por el desaliento o la desesperación.
Concédeles encontrar refugio en ti,
y "no desesperar nunca de tu misericordia"
(Regla de S. Benito 3, 74).
Jesús,
tú sigues amando a quien rechaza tu amor
e incansablemente buscas a quien te traiciona y
abandona.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Cuius
animam gementem,
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.
TERCERA ESTACIÓN
Jesús
es condenado por el Sanedrín
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelioegún San Lucas. 22, 66-71
Cuando
se hizo de día, se reunió el senado
del pueblo,
o sea, sumos sacerdotes y letrados,
y, haciéndole comparecer ante su sanedrín,
le dijeron:
"Si tú eres el Mesías, dínoslo".
Él les contestó: "Si os lo digo,
no lo vais a creer;
Y si os pregunto, no me vais a responder.
Desde ahora el Hijo del hombre
estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso".
Dijeron todos:
Entonces ¿tú eres el Hijo de Dios?".
El les contestó: vosotros lo decís,
yo lo soy."
Ellos dijeron: "¿Qué necesidad
tenemos ya de testimonios?
Nosotros mismos lo hemos oído de su boca".
MEDITACIÓN
Jesús
está sólo ante el sanedrín.
Los discípulos han huído.
Desorientados por la detención a la que alguno
trató de reaccionar con la violencia.
Huído también quien poco antes había
exclamado:
"¡Vayamos también nosotros a morir
con él!" (Jn 11, 16).
El miedo los ha vencido.
La brutalidad del acontecimiento
ha prevalecido sobre su frágil propósito.
Han cedido, arrastrados por la corriente de la vileza.
Dejan que Jesús afronte, solo, su suerte.
Sin embargo, formaban del círculo de sus
íntimos,
Jesús los había llamado sus "amigos""(Jn
15, 15).
Alrededor de él ahora queda sólo una
muchedumbre hostil,
concorde en desear su muerte.
Ya otras veces se había cernido la muerte
sobre Jesús,
cuando aludía a su origen divino.
Ya otras veces, quien lo escuchaba había
intentado apedrearlo.
"No por ninguna obra buena -afirmaban-, sino
por la blasfemia,
porque tú, que eres hombre, te haces Dios"
(Jn 10, 33).
Ahora el sumo sacerdote le apremia
a declarar ante a todos si es o no Hijo de Dios.
Jesús no rehúsa: lo confirma con la
misma gravedad.
Firma así la propia condena a muerte.
ORACIÓN
Jesús,
testigo fiel (Ap 1, 5)
ante la muerte has confesado serenamente tu identidad
divina
y has anunciado tu vuelta gloriosa al final de los
tiempos
para llevar a término la obra que el Padre
te confió.
Confiamos nuestras dudas a tu misericordia,
el continuo vaivé entre los impulsos de generosidad
y los momentos de desidia,
en los cuales dejamos que "la preocupación
del mundo
y el engaño de la riqueza" (Mt 13, 22)
ahoguen la chispa
que tu mirada o tu Palabra han hecho brotar
en nuestros corazones endurecidos.
Anima a los que han iniciado el camino del seguimiento,
para que no se asusten ante las dificultades
y las renuncias que se prevén.
Recuérdales que tú eres manso y humilde
de corazón
y que tu yugo es suave y tu carga ligera.
Concédeles experimentar el alivio que sólo
tú puedes dar (Mt 11, 28-30).
Jesús,
sereno ante la muerte inminente,
sólo justo ante el injusto Sanedrín.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
O
quam tristis et afflicta
fuit illa benedica
mater Unigeniti!
CUARTA
ESTACIÓN
Jesús
es negado por Pedro
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelioegún San Lucas. 22, 54b-62
Pedro
lo seguía desde lejos.
Los soldados, encendieron un fuego en medio del
patio,
se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre
ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre,
se le quedó mirando y le dijo:
"También éste estaba con él".
Pero él lo negó diciendo: "No
lo conozco, mujer".
Poco después lo vio otro y le dijo: "Tú
también eres uno de ellos".
Pedro replicó: "Hombre, no lo soy".
Pasada cosa de una hora, otro insistía:
"Sin duda, también éste estaba
con él, porque es galileo".
Pedro contestó: "Hombre, no sé
de qué hablas".
Y estaba todavía hablando cuando cantó
un gallo.
El Señor, volviéndose, le echó
una mirada a Pedro,
y Pedro se acordó de la palabra que el Señor
le había dicho:
"Antes de que cante hoy el gallo, me negarás
tres veces".
Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
MEDITACIÓN
De
los discípulos que había huídos,
regresan dos,
siguiendo a distancia a los soldados y a su prisionero.
Movido por una especie de curiosidad,
quizás por no darse cuenta del riesgo.
Pedro no tarda en ser reconocido:
lo delata el acento galileo
y el testimonio de quién lo ha visto
desenvainar la espada en el huerto de los Olivos.
Pedro se refugia en la mentira: niega todo.
No se percata de que así reniega de su Señor,
desmiente sus ardientes declaraciones de fidelidad
absoluta.
No entiende que así niega también
su propia identidad.
Pero un gallo canta, Jesús se vuelve,
dirige su mirada a Pedro y da sentido a aquel canto.
Pedro entiende y rompe en lágrimas.
Lágrimas amargas, pero endulzadas por el
recuerdo
de las palabras de Jesús:
"No he venido para condenar, sino para salvar"
(Jn 12, 47).
Ahora le reitera aquella mirada de "ternura
y piedad",
la misma mirada del Padre "lento a la cólera
y grande en el amor",
"qué no nos trata según nuestros
pecados,
no nos paga conforme a nuestras culpas" (Sal
103, 8.10).
Pedro se sumerge en aquella mirada.
En la mañana de Pascua
las lágrimas de Pedro serán lágrimas
de alegría.
ORACIÓN
Jesús,
única esperanza de los que, débiles
y heridos, caen;
tú sabes lo que hay en cada hombre (Jn 2,
25).
Nuestra debilidad aumenta tu amor
y suscita tu perdón.
Haz qué, a la luz de tu misericordia,
reconozcamos nuestros pasos desviados
y, salvados por tu amor,
proclamemos las maravillas de tu gracia.
Concede a cuantos tienen autoridad sobre los hermanos
de jactarse no de haber sido elegidos, sino de sus
debilidades
por las cuales habita en ellos tu poder (2 Co 12,
9).
Jesús,
dirigiendo su mirada a Pietro,
suscitas lágrimas amargas de arrepentimiento,
ríos de paz de nuevo bautismo.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quæ
mærebat et dolebat
Pia mater, cum videbat
Nati poenas incliti.
QUINTA ESTACIÓN
Jesús
es juzgado por Pilatos
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del Evangelio según San Lucas. 23,
13-25
Pilato,
convocando a los sumos sacerdotes,
a las autoridades y al pueblo, les dijo:
Me habéis traído a este hombre, alegando
que alborota al pueblo;
y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros,
y no he encontrado en este hombre
ninguna de las culpas que le imputáis;
ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido:
Ya veis que nada digno de muerte se le ha probado.
Así que le daré un escarmiento y lo
soltaré.
Por la fiesta tenía que soltarles a uno.
Ellos vociferaron en masa diciendo:
"¡Fuera ése! ¡Suéltanos
a Barrabás!."
A éste lo habían metido en la cárcel
por una revuelta en la ciudad y un homicidio.
Pilatos volvió a dirigirles la palabra con
intención de soltar a Jesús.
Pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícalo,
crucifíacalo!".
Él les dijo por tercera vez:
Pues, ¿qué mal ha hecho éste?
No he encontrado en él ningún delito
que merezca la muerte.
Así que le daré un escarmiento y lo
soltaré.
Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que
lo crucificara;
e iba creciendo el griterío.
Pilato decidió que se cumpliera su petición:
soltó al que pedían.
(al que había metido en la cárcel
por revuelta y homicidio)
y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
MEDITACIÓN
Un
hombre sin culpa alguna está ante Pilatos.
La ley y el derecho lo dejan al albitrio de un poder
totalitario
que busca el consenso de la muchedumbre.
En un mundo injusto, el justo acaba siendo rechazado
y condenado.
Viva el homicida, muera el que da la vida.
Si liberas a Barrabás, el bandolero llamado
"hijo del Padre",
se crucifique al que ha revelado al Padre
y es el verdadero Hijo del Padre.
Otros, no Jesús, son los hostigadores del
pueblo.
Otros, no Jesús, han hecho lo que está
mal a los ojos de Dios.
Pero el poder teme por su propia autoridad,
renuncia a la autoridad que le viene de hacer lo
que es justo,
y abdica.
Pilatos, la autoridad que tiene poder de vida y
muerte,
Pilatos, que no titubeó en ahogar en la sangre
los focos de la revuelta (Lc 13, 1)
Pilatos, que gobernaba con puño de hierro
aquella oscura provincia del imperio, soñando
poderres más vastos,
abdica,
entrega a un inocente, y con ello la propia autoridad,
a una muchedumbre vociferante.
El que en el silencio se entregó a la voluntad
del Padre
es de este modo abandonado a la voluntad de quien
grita más fuerte.
ORACIÓN
Jesús,
cordero inocente llevado al matadero (Is 53, 7)
para quitar el pecado del mundo (Jn 1, 29)
dirige tu mirada de ternura a todo los inocentes
perseguidos,
a los prisioneros que gimen en cárceles infames,
a las víctimas del amor por los oprimidos
y por la justicia,
a cuantos no entreven el fin de una larga pena injusta.
Tu presencia íntimamente percibida ablande
su amargura
y disipe las tinieblas de la prisión.
Haz que nunca nos resignemos a ver encadenada
la libertad que le has concedido a cada hombre,
creado a tu imagen y semejanza.
Jesús,
rey manso de un reino de justicia y de paz,
resplandece revestido de un manto de púrpura:
tu sangre derramada por amor.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quis
est homo qui non fleret,
matrem Christi si videret
in tanto supplicio?
SEXTA
ESTACIÓN
Jesús
es flagelado y coronado de espinas
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura del S. Evangelio según Lucas y según
S. Juan
Lc 22, 63-65 y Jn 19, 2-3
Los
hombres que sujetaban a Jesús
se burlaban de él dándole golpes.
Y tapándole la cara, le preguntaban:
"Haz de profeta: ¿quién te ha
pegado?"
Y proferían contra él otros muchos
insultos.
Los
soldados trenzaron una corona de espinas,
se la pusieron en la cabeza
y le echaron por encima un manto color púrpura;
y acercándose a él le decían:
"¡Salve, rey de los judíos!"
MEDITACIÓN
A
la condena inicua se añade el ultraje de
la flagelación.
Entregado en manos de los hombres, el cuerpo de
Jesús es desfigurado.
Aquel cuerpo nacido de la Virgen Maria,
qué hizo de Jesús "el más
bello de los hijos de Adán",
qué dispensó la unción de la
Palabra
- "la gracia está derramada en tus labios"
(Sal 45, 3)-,
ahora es golpeado cruelmente por el látigo.
El rostro transfigurado en el Tabor es desfigurado
en el pretorio:
rostro de quién, insultado, no responde;
de quién, golpeado, perdona;
de quién, hecho esclavo sin nombre,
libera a cuantos sufen la esclavitud.
Jesús camina decididamente por la vía
del dolor,
cumpliendo en carne viva, hecha viva voz, la profecía
de Isaías:
"Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que mesaban mi barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos"
(Is 50, 6).
Profecía que se abre a un futuro de transfiguración.
ORACIÓN
Jesús,
"reflejo de la gloria del Padre, impronta de
su ser" (Hb 1, 3),
has aceptado ser reducido a un pedazo de hombre,
un condenado al suplicio, que mueve a piedad.
Tú llevaste nuestros sufrimientos,
cargaste con nuestros dolores,
fuiste aplastado por nuestras iniquidades (Is 53,
5).
Con tus heridas, cura las heridas de nuestros pecados.
Concede a los que son despreciados injustamente
o marginados,
a cuantos han sido desfigurados por la tortura o
la enfermedad,
comprender que, crucificados al mundo contigo y
como tú (Ga 2, 19),
llevan a cabo lo que falta a tu Pasión,
para la salvación del hombre (Col 1, 24).
Jesús,
pedazo de humanidad profanada,
en ti se revela el carácter sagrado del hombre:
arca del amor que devuelve el mal con el bien.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in tierra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed liberanos a malo.
Quis
no posset contristari,
Christi matrem contemplari,
dolentem cum Filio?
SÉPTIMA
ESTACIÓN
Jesús
cargado con la cruz
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelio según San Marcos. 5, 20
Terminada
la burla,
le quitaron la púrpura
y le pusieron su ropa,
Y lo sacaron
para crucificarlo.
MEDITACIÓN
Fuera.
El justo injustamente condenado tiene que morir
fuera:
fuera del campamento, fuera de la ciudad santa,
fuera de la sociedad humna.
Los soldados lo desnudany lo visten:
Él ya no puede disponer tampoco del propio
cuerpo.
Le cargan sobre los hombros un palo, trozo pesado
del patíbulo,
señal de maldición e instrumento de
ejecución capital.
Madero de infamia,
que pesa, carga extenuante, sobre las espaldas llagadas
de Jesús.
El odio que lo impregna hace insoportable el peso.
Sin embargo aquel madero de la cruz es rescatado
por Jesús,
se convierte en la señal de una vida vivida
y ofrecida por amor a los hombres.
Según la tradición, Jesús vacila,
por tres veces caerá bajo aquel peso.
Jesús no ha puesto límites a su amor:
"habiendo amado a los suyos, los amó
hasta el extremo" (Jn 13, 1).
Obediente a la palabra del Padre
-"Amarás al Señor tú Dios
con todas tus fuerzas" (Dt 6, 5)-
Dios ha amado y ha cumplido su voluntad hasta el
extremo.
ORACIÓN
Jesús,
rey de gloria, coronado de espinas,
encorvado bajo el peso de la cruz
que las manos del hombre han preparado para ti,
imprime en nuestros corazones
la imagen de tu rostro cubierto de sangre,
para que nos recuerde que nos has amado
hasta entregarte tú mismo por nosotros (Ga
2, 20).
Nuestra mirada no se separe nunca de la señal
de nuestra salvación,
levantado sobre el corazón del mundo,
para que, contemplándolo y creyendo en ti,
no nos condemos, sino que tengamos la vida eterna
(Jn 3, 14-16).
Jesús,
sobre tus espaldas desgarradas pesa el innoble patíbulo:
por tu gracia la cruz se convierte en collar de
piedras preciosas
y el árbol del Paraíso vuelve a ser
árbol de la Vida.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Pro
peccatis suæ gentis
vidit Iesum in tormentis
et flagellis subditum.
OCTAVA ESTACIÓN
El
Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelio según San Lucas. 23, 26
Mientras
lo conducían,
Echaron mano de un cierto Simón de Cirene
que volvía del campo
y le cargaron la cruz para que la llevase detrás
de Jesús.
MEDITACIÓN
Las
primeras estrellas que anuncian el sábado
no brillan todavía en el cielo,
pero Simón ya vuelve a casa del trabajo en
el campo.
Soldados paganos, que nada saben del descanso del
sábado, lo paran.
Ponen sobre sus hombros robustos aquella cruz
que otros habían prometido llevar cada día
detrás de Jesús.
Simón no elige: recibe una orden
y aún no sabe que acoge un don.
Es característico de los pobres no poder
elegir nada,
ni el peso de sus propios sufrimientos.
Pero es característico de los pobres ayudar
a otros pobres,
y allí hay uno más pobre que Simón:
está a punto de ser privado hasta de la vida.
Ayudar sin hacer preguntas, sin preguntar por qué:
demasiado pesado el peso para el otro,
en cambio, mis hombros aún lo sostienen.
Y esto basta.
Vendrá el día en el cual el pobre
más pobre le dirá al compañero:
"Ven, bendito de mi Padre, entra en mi alegría:
estaba aplastado por bajo el peso de la cruz y tu
me has levantado".
ORACIÓN
Jesús,
tú has caminado, decididamente,
por el camino que lleva a Jerusalén (Lc 9,
51);
tus sufrimientos han hecho que seas
guía de los hombres en el camino de la salvación
(Hb 2, 10).
Tú eres nuestro precursor en el camino de
tu Pascua (Hb 6, 20).
Ven en ayuda de todos los que,
conscientes u obligados por acontecimientos oscuros,
caminan siguiendo tus huellas,
tú que has dicho:
"Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados" (Mt 5,
5).
Jesús,
aliviado del peso de la cruz por Simón de
Cirene,
para que él, compañero inconsciente
en el camino del dolor,
fuese tu amigo y huésped en la morada de
la gloria eterna.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
X
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Tui
Nati vulnerati,
tam dignati pro me pati,
poenas mecum divide.
NOVENA ESTACIÓN
Jesús
encuentra a las mujeres de Jerusalén
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelio según San Lucas. 23, 27-31
Lo
seguía un gran gentío del pueblo
y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos
por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les
dijo:
"Hijas de Jerusalén, no lloréis
por mí,
llorad por vosotras y por vuestros hijos,
porque mirad, llegará el día que dirán:
Dichosas las estériles y los vientres que
no han dado a luz
y los pechos que no han criado.
Entonces empezarán a decirles a los montes:
¡Desplomaos sobre nosotros! y a las colinas:
¡Sepultadnos!
porque si así tratan al leño verde,
¿qué pasará con el seco?".
MEDITACIÓN
El
cortejo del condenado avanza.
Por escolta: soldados y un puñado de mujeres
llorando,
mujeres venidas de Galilea a la ciudad santa con
él y los discípulos.
Conocen a aquel hombre.
Han escuchado su palabra de vida,
lo aman como maestro y profeta.
¿Esperaban que fuese el liberador de Israel?
(Lc 24, 21).
No lo sabemos, pero ahora lloran a aquel hombre
como se llora a una persona querida,
como él lloró al amigo Lázaro.
Él las une a su sufrimiento,
una nueva luz ilumina su dolor.
La voz de Jesús habla de juicio,
pero llama a la conversión;
anuncia dolores,
pero como dolores de parturienta.
El madero verde recobrará la vida
y el leño seco será partícipe
de ello.
ORACIÓN
Jesús,
Rey de gloria, coronado de espinas,
con el rostro cubierto de sangre y salivazos,
enséñanos a buscar incesantemente
tu rostro (Sal 27, 8-9)
para que su luz ilumine nuestro camino (Sal 89,
15);
enséñanos a vislumbrarlo bajo el semblante
del hombre
marcado por la enfermedad,
derribado por el desaliento,
envilecido por la injusticia.
Haz que en nuestros ojos se impriman
los rasgos de tu rostro amado;
del que los "más pequeños de
tus hermanos" (Mt 25, 40)
son un reflejo luminoso,
sacramento de tu presencia entre nosotros.
Jesús,
acompañado al monte de la Calavera
por un cortejo de mujeres en llanto:
ellas han conocido tu rostro de luz, tu palabra
de gracia.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Eia
mater, fons amoris,
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.
DÉCIMA
ESTACIÓN
Jesús
es crucificado
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelio según San Lucas. 23, 33. 47b
Cuando
llegaron al lugar llamado "La Calavera",
lo crucificaron allí, a él y a los
dos malhechores,
uno a la derecha y otro a la izquierda.
El centurión daba gloria a Dios diciendo:
"Realmente, este hombre era justo".
MEDITACIÓN
Una
colina fuera de la ciudad, un abismo de dolor y
humillación.
Levantado entre cielo y tierra está un hombre:
clavado en la cruz,
suplicio reservado a los malditos de Dios y de los
hombres.
Junto a él otros condenados
que no son dignos ya del nombre de hombre.
Sin embargo Jesús,
que siente que su espíritu lo abandona,
no abandona a los otros hombres,
extiende los brazos para acoger a todos,
al que nadie quiere ya acoger.
Desfigurado por el dolor,
marcado por los ultrajes,
el rostro de aquel hombre
le habla al hombre de otra justicia.
Derrotado, burlado, denigrado,
aquel condenado devuelve la dignidad a todo hombre:
a tanto dolor puede llevar el amor,
de tanto amor viene el rescate de todo dolor.
"Verdaderamente aquel hombre era justo"
(Lc 23, 47b).
ORACIÓN
Jesús,
de entre tu pueblo,
sólo un pequeño rebaño,
al cual el Padre se ha complacido en dar su Reino
(Lc 12, 32),
te ha reconocido como Dios y Salvador,
pero tu Espíritu muy pronto hará de
ellos testigos
"en Jerusalén, en toda Judea y
Samaria y hasta los confines de la tierra"
(Hch 1, 8).
Concede a los que anuncian tu Palabra en el mundo
entero,
la audacia (Flp 1, 14) y la libertad (Flm 1, 8)
gloriosa,
gracias a las cuales tu Espíritu irrumpe
con la fuerza de la Pascua
y el lenguaje de la cruz, escándalo a los
ojos del mundo,
se convierte en sabiduría para los que creen
(1 Co 1, 17 ss).
Jesús,
tu muerte, oblación pura para que todos tengan
la vida,
ha revelado tu identidad de Hijo de Dios e Hijo
del hombre.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Fac ut ardeat cor meum
in amando Christum Deum,
ut sibi complaceam.
UNDÉCIMA
ESTACIÓN
Jesús
promete su Reino al buen ladrón
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelio según San Lucas. 23, 33-34.
39-43
Cuando
llegaron al lugar llamado "La Calavera",
lo crucificaron allí, a él y a los
malhechores,
uno a la derecha y el otro a la izquierda.
Jesús decía: "Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen"
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba
diciendo:
¿no eres tú el Mesías? Sálvate
a ti mismo y a nosotros!
Pero el otro lo increpaba:
"¿Ni siquiera temes tú a Dios,
estando en el mismo suplicio?
Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago
de lo que hicimos,
en cambio, éste no ha faltado en nada.
Y decía: "Jesús, acuérdate
de mí cuando llegues a tu Reino".
Jesús le contestó: "te lo aseguro,
hoy estarás conmigo en el paraíso".
MEDITACIÓN
El
lugar de la Calavera,
sepulcro de Adán, el primer hombre,
patíbulo de Jesús, el hombre nuevo.
El madero de la cruz,
instrumento de muerte ostentada,
arca de perdón concedido.
Junto a Jesús, que pasó entre la gente
haciendo el bien,
dos hombres condenados por haber hecho el mal.
Otros dos habían pedido estar uno a la derecha
y otro a la izquierda de Jesús,
se habían declarado también dispuestos
a recibir el mismo bautismo,
a beber el mismo cáliz (Mc 10, 38-39).
Pero ahora no están aquí,
otros les han precedido en el monte Calvario.
Uno de ellos invoca a un Mesías que se salve
a sí mismo y a los dos,
allí y enseguida,
el otro se dirige a Jesús,
para que se acuerde de él cuando entre en
su Reino.
Quien comparte los escarnios de la muchedumbre no
recibe respuesta,
quien reconoce la inocencia de un condenado a muerte
consigue una inmediata promesa de vida.
ORACIÓN
Jesús,
amigo de los pecadores y publicanos (Mt 9,11; 11,19;
Lc 15, 1-2),
tú has venido para salvar no a los justos
sino a los pecadores (Mt 9, 13)
y has querido darnos la prueba de tu amor "tan
grande" (Ef 2, 4 Vulg)
y de la abundancia de tu misericordia,
aceptando morir por nosotros mientras éramos
aún pecadores (Rm 5,8).
Vuelve tu mirada de bondad sobre nosotros,
y, después de que hayamos gustado la amargura
purificadora de la humillación,
acógenos en tus brazos, llenos de misericordia
paterna,
y transforma con tu perdón
el barro del pecado en traje de gloria.
Jesús,
proclamado inocente por un malhechor, compañero
de pena:
para ti y para tu compañero ha llegado la
hora de entrar en el Reino.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Sancta
mater, istud agas,
Crucifixi fige plagas
cordi meo valide.
DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús
en la Cruz, la Madre y el Discípulo
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelio según San Juan 9, 25-27
Junto
a la cruz de Jesús estaban su madre,
la hermana de su madre, María de Cleofás
y María la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo
que tanto quería,
dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes
a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Ahí
tienes a tu madre!"
Y desde aquella hora el discípulo la recibió
en su casa.
MEDITACIÓN
Alrededor
de la cruz, gritos de odio,
a los pies de la cruz, presencias de amor.
Está allí, firme, la madre de Jesús.
Con ella otras mujeres,
undas en el amor alrededor del moribundo.
Cerca, el discípulo amado, no otros.
Sólo el amor ha sabido superar todos los
obstáculos,
sólo el amor ha perseverado hasta al final,
sólo el amor engendra otro amor.
Y allí, a los pies de la cruz, nace una nueva
comunidad,
allí, en el lugar de la muerte, surge un
nuevo espacio de vida:
María acoge al discípulo como hijo,
el discípulo amado acoge a María como
madre.
"La tomó consigo entre sus cosas más
queridas" (Jn 19, 27)
tesoro inalienable del cual se hizo custodio.
Sólo el amor puede custodiar el amor,
sólo el amor es más fuerte que la
muerte (Ct 8, 6).
ORACIÓN
Jesús,
Hijo predilecto del Padre,
a los sufrimientos padecidos en la cruz
se añade el de ver junto a ti a tu Madre
quebrantada por el dolor.
Te confiamos la desolación y el retorno
de los padres deprimidos ante los sufrimientos o
la muerte de un hijo;
te confiamos el desaliento de tantos huérfanos,
de hijos abandonados o dejados solos.
Tú estás presente en sus sufrimientos
como lo estuviste en la cruz, junto a la Virgen
María.
Que venga el día del encuentro,
en el cual será enjugada toda lágrima,
y habrá alegría sin fin.
Jesús,
moribundo en la cruz confías la Madre al
discípulo amado,
el Apóstol virgen a la Virgen pura que te
llevó en su seno.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Fac
me vere tecum flere,
Crucifixo condolore,
donec ego vixero.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús
muere en la Cruz
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelioegún San Lucas. 23, 44-46
Era
ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas
sobre toda la región hasta la media tarde;
porque se oscureció el sol.
El velo del templo se rasgó por medio.
Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
"Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu".
Y dicho esto, expiró.
MEDITACIÓN
Después
de la agonía de Getsemaní,
Jesús, en la cruz, se halla de nuevo ante
el Padre.
En el culmen de un sufrimiento indecible,
Jesús se dirige a él, y le ruega.
Su oración es ante todo invocación
de misericordia para los verdugos.
Luego, aplicación a sí mismo de la
palabra profética de los salmos:
manifestación de un sentido de abandono desgarrador,
qué llega en el momento crucial,
en el cual se experimenta con todo el ser
a que desesperación lleva el pecado que separa
de Dios.
Jesús ha bebido hasta la hez el cáliz
de la amargura.
Pero de aquel abismo de sufrimiento surge un grito
que rompe la desolación:
"Padre, a tus manos entrego mi espíritu"
(Lc 23, 46).
Y el sentido de abandono se cambia
en abandono en los brazos del Padre;
la última respiración del moribundo
se vuelve grito de victoria,
La humanidad, que se había alejado en un
arrebato de autosuficiencia,
es acogida de nuevo por el Padre.
ORACIÓN
Jesús,
hermano nuestro,
con tu muerte has vuelto a abrir para nosotros
el camino cerrado por la culpa de Adán.
Nos has precedido en el camino
que lleva de la muerte a la vida (Hb 6, 20).
Te has cargado con el miedo y los tormentos de la
muerte,
cambiándole radicalmente el sentido:
has cambiado la desesperación que provocan,
haciendo de la muerte un encuentro de amor.
Conforta a los que hoy emprenden tu mismo camino.
Alienta a los que tratan de alejarse del pensamiento
de la muerte.
Y cuando para nosotros llegue también la
hora dramática y bendita,
acógenos en tu gozo eterno,
no por nuestros méritos,
sino en virtud de las maravillas que tu gracia obra
en nosotros.
Jesús,
expirando entregas la vida en manos del Padre
y derramas sobre la Esposa el regalo vivificante
del Espíritu.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Vidit
suum dulcem Natum
morientem, desolatum,
cum emisit spiritum.
DECIMOCUARTA
ESTACIÓN
Jesús
es colocado en el sepulcro
V
/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.
Lectura
del Evangelio según San Lucas. 23, 50-54
Un
hombre llamado José,
que era senador, hombre bueno y honrado,
(que no había votado a favor de la decisión
y del crimen de ellos),
que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino
de Dios,
acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús.
Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana
y lo colocó en un sepulcro excavado en la
roca,
donde no habían puesto a nadie todavía.
Era el día de la Preparación y rayaba
el sábado.
MEDITACIÓN
Primeras
luces del sábado.
El que era luz del mundo baja al reino de las tinieblas.
El cuerpo de Jesús es tragado por la tierra,
y con él es tragada toda esperanza.
Pero su descendimiento al lugar de los muertos
no es para la muerte sino para la vida.
Es para reducir a la impotencia al que detentaba
el poder sobre la muerte, el diablo (Hb 2, 14),
para destruir al último adversario del hombre,
la muerte misma (1Co 15, 26),
para hacer resplandecer la vida y la inmortalidad
(2 Tm 1, 10),
para anunciar la buena nueva a los espíritus
prisioneros (1 P 3, 19).
Jesús se humilla hasta alcanzar a la primera
pareja humana,
Adán y Eva, aplastados bajo el peso de su
culpa.
Jesús les tiende la mano,
y su rostro se ilumina con la gloria de la resurrección.
El primer Adán y el Último se parecen
y se reconocen;
el primero halla la popia imagen
en aquél que un día debía venir
a liberarlo junto con todos los demás hijos
(Gn 1, 26).
Aquel Día ha llegado finalmente.
Ahora en Jesús, cada muerte puede, desde
aquel momento, desembocar en la vida.
ORACIÓN
Jesús,
Señor rico en misericordia,
te has hecho hombre para ser nuestro hermano,
y, con tu muerte vencer la muerte.
Has descendido a los infiernos para liberar a la
humanidad,
para hacernos revivir contigo,
resucitados llamados a sentarnos en los cielos junto
a ti (cf. Ef 2, 4-6).
Buen pastor que nos conduces a aguas tranquilas,
tómanos de la mano
cuando atravesemos las sombras de la muerte (Sal
23, 2-4),
a fin de que permanezcamos contigo,
para contemplar eternamente tu gloria (Jn 17, 24).
Jesús,
envuelto en una sábana y colocado en la tumba,
esperas que, rodada la piedra,
se rompa el silencio de la muerte con el júbilo
del aleluya perenne.
R
/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos:
Pater
noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quando
corpus morietur,
fac ut animæ donetur
paradisi goria. Amen.
El
Santo Padre dirige su palabra a los presentes.
Al final del discurso el Santo Padre imparte la
Bendición Apostólica:
V
/. Dominus vobiscum.
R /. Et cum spiritu tuo.
V
/. Sit nomen Domini benedictum.
R /. Ex hoc nunc et usque in sæculum.
V
/. Adiutorium nostrum nomine Domini.
R /. Qui fecit cælum et terram.
V
/. Benedicat vos omnipotens Deus,
Pater, et Filius, et, Spiritus Sanctus.
R /. Amen.
Fuente:
Vatican.va