Pontificio Consejo para la Salud
1 de diciembre de 2005
A las conferencias episcopales, a las Instituciones y organizaciones nacionales e internacionales, a las organizaciones no gubernamentales y asociaciones de prevención y asistencia, a los hombres y mujeres de buena voluntad.
- La Jornada Mundial contra el SIDA de este año, promovida por ONUSIDA, con el lema «Detengamos el SIDA. Mantengamos la promesa» quiere hacer un llamamiento a todos, en especial a los que tienen cargos de responsabilidad en el campo del VIH/SIDA, impulsándolos a un renovado y consciente compromiso con el fin de prevenir en forma duradera la difusión de esta pandemia y a asistir a los enfermos, especialmente en los países pobres, limitando e invirtiendo la tendencia al crecimiento de la difusión del contagio por VIH/SIDA.
- El Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud se une a las instituciones y organizaciones nacionales e internacionales y en particular al ONUSIDA, que cada año organiza una campaña mundial de lucha contra el SIDA, a fin de que a este mal planetario, que acarrea una crisis global, se responda con una acción al mismo tiempo global y coral. La adhesión en el año 2001 de los jefes de Estado y de los representantes de los gobiernos, a la Declaración de compromiso para luchar contra el VIH/SIDA, constituyó un importante momento de toma de conciencia y de compromiso político a nivel mundial para reaccionar y dar una respuesta fuerte, global y decidida de parte de la comunidad internacional.
- La situación epidemiológica del VIH/SIDA sigue proporcionando grandes preocupaciones; se calcula que en el 2005, las personas afligidas por el VIH llegaban a 40,3 millones, de las cuales 2,3 millones eran menores de 15 años. Cada año aumenta el número de personas contagiadas; en el 2005 han contraído el virus del VIH 4,9 millones de personas, de las cuales 700.000 son menores de 15 años y ese mismo año han muerto debido al SIDA 3,1 millones de personas entre las cuales 570.000 jóvenes con menos de 15 años. El VIH/SIDA sigue sembrando muerte en todos los países del mundo.
- El mejor cuidado es la prevención para evitar el contagio por el VIH/SIDA que, recordamos, se transmite únicamente a través de la triple vía de la sangre, de la transmisión materno-infantil y por contacto sexual. Con respecto a las transfusiones y a otros contactos con la sangre del enfermo, hoy el contagio se ha reducido considerablemente. No obstante esto, se debe poner la máxima atención para evitar este medio de infección, en particular en los centros de transfusión y durante las intervenciones quirúrgicas.
Gracias a Dios el contagio materno-filial está fuertemente controlado con fármacos adecuados. Se debe intensificar la prevención en este campo, proporcionando el tratamiento médico adecuado a las madres seropositivas, sobre todo de parte de las Entidades públicas de los diferentes países.
El tercer camino de contagio, es decir la transmisión sexual, sigue siendo el más significativo. Es favorecido abundantemente por una especie de cultura pansexual que quita valor a la sexualidad, reduciéndola a un simple placer, sin darle un alcance más elevado.
La prevención radical en este campo debe provenir de una correcta concepción y práctica sexual, en la que se entienda la actividad sexual en su profundo significado como expresión total y absoluta de donación fecunda de amor. Esta totalidad nos conduce a la exclusividad de su ejercicio en el matrimonio, único e indisoluble. La prevención segura en este campo se dirige, pues, a intensificar la solidez de la familia.
Este es el significado profundo del sexto Mandamiento de la ley de Dios, que constituye el perno de la auténtica prevención del SIDA en el ámbito de la actividad sexual.
- Frente a la difícil situación socio-política, cultural y económica en que se encuentran muchos países, no hay duda de que es preciso exigir la tutela y la promoción de la salud como signo del amor incondicional de todos, especialmente hacia los más pobres y débiles y que responde a las necesidades humanas individuales y de la comunidad. Es preciso, por tanto, reformar las leyes que no consideran suficientemente la igual distribución de las condiciones de salud para todos. La salud es un bien en sí mismo, podemos decir que «sobre él pesa una hipoteca social» y por tanto se debe asegurar la salud para todos los habitantes de la tierra, estudiando formas a fin de que los recursos sean utilizados con el objetivo de obtener la salud para todos asegurando los cuidados básicos aún negados a gran parte de la población mundial. Al derecho de la tutela de la salud debe corresponder de alguna forma el deber de poner en acto comportamientos y estilos de vida adecuados para tutelar la salud y rechazar los que son dañinos para ella.
- La Iglesia católica sigue dando su aporte tanto en la prevención como en la asistencia a los enfermos de VIH/SIDA y a sus familias en el plano médico-asistencial, social, espiritual y pastoral. El 26,7% de los centros para el cuidado del VIH/SIDA en el mundo son católicos. Son numerosos los proyectos y los programas de formación, prevención y asistencia, cuidado y seguimiento pastoral a favor de los enfermos, que las iglesias locales, los institutos religiosos y las asociaciones laicales llevan adelante con amor, sentido de responsabilidad y espíritu de caridad.
- Concretamente, de acuerdo con las informaciones que han llegado de las diferentes Iglesias locales e instituciones católicas en el mundo, las acciones que se realizan en el campo del SIDA se pueden esquematizar del siguiente modo: promoción de campañas de sensibilización, programas de prevención y educación sanitaria, sostén a los huérfanos, distribución de medicamentos y alimentos, asistencia domiciliaria, institución de hospitales, centros, comunidades terapéuticas que concentran su obra en el cuidado y en la asistencia al enfermo de VIH/SIDA, en la colaboración con los gobiernos, en la atención en las cárceles, mediante cursos de catequesis, elaboración de sistemas de ayuda a través de Internet, e institución de grupos de apoyo al enfermo. Junto a este incalculable y loable compromiso, el Papa Juan Pablo II instituyó el 12 de setiembre de 2004 la Fundación «El Buen Samaritano», confiada al Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, y confirmada por el Papa Benedicto XVI, para llevar, gracias a las donaciones que se reciben, una ayuda económica a los enfermos más necesitados del mundo, en particular a las víctimas del VIH/SIDA. En este primer año de actividad de la Fundación, se han enviado a las Iglesias locales en América, Asia, Africa y Europa importantes ayudas financieras para la compra de medicamentos.
- Deseo dirigir algunas sugerencias de líneas de acción a los que están comprometidos, en varios niveles, en la lucha contra el VIH/SIDA.
- A las comunidades cristianas a fin de que continúen promoviendo la estabilidad de la familia y la educación de sus hijos en el recto entendimiento de la actividad sexual, como don de Dios para una entrega amorosamente plena y fecunda;
- A los Gobiernos a fin de que promuevan la salud integral de la población y favorezcan la atención a los enfermos de SIDA, basándose en los principios de responsabilidad, solidaridad, justicia y equidad;
- A las industrias farmacéuticas a fin de que faciliten el acceso económico a las medicinas antiretrovirales para curar el VIH/SIDA y a las que son necesarias para curar las infecciones oportunistas;
- A los hombres de ciencia y a los agentes sanitarios, a fin de que renueven la solidaridad en sí, haciendo todo lo posible para hacer progresar la investigación biomédica sobre el VIH/SIDA con el fin de encontrar nuevos y eficaces medicamentos capaces de detener el fenómeno.
- A los medios de comunicación a fin de que proporcionen a las poblaciones una información transparente, correcta y verdadera sobre el fenómeno y sobre los métodos de prevención, sin instrumentalizaciones.
- Quisiera concluir con las palabras del Papa Benedicto XVI dirigidas a los obispos de África del Sur en visita «ad limina apostolorum», el 10 de junio de 2005: «Hermanos obispos, comparto vuestra profunda preocupación por la devastación causada por el virus del SIDA y por las enfermedades vinculadas con él. Ruego en particular por las viudas, por los huérfanos, por las madres jóvenes, y por las personas cuya vida se despedaza debido a esta cruel epidemia. Os exhorto a proseguir vuestros esfuerzos para combatir este virus que no sólo causa la muerte, sino amenaza seriamente la estabilidad económica y social del continente».
Cardenal Javier Lozano Barragán
Presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud