Ante el fallo de la Corte Constitucional para despenalizar el aborto en tres situaciones específicas, hago un llamado a los fieles católicos y a los hombres y mujeres de buena voluntad.
Como lo recordó recientemente el Papa Benedicto XVI, la Iglesia tiene la responsabilidad de intervenir en la vida pública para proteger y promover la vida humana y la dignidad de la persona. El Santo Padre reafirmó que el principio de la defensa de la vida humana desde el instante de la concepción hasta la muerte natural, se encuentra inscrito en la naturaleza humana, lo confirma la fe y es inviolable. En consecuencia, la Iglesia para prevenir el aborto, que es el asesinato deliberado del niño en el vientre de la madre, lo sanciona con la pena de la excomunión inmediata (cf. canon 1398), que sólo puede ser levantada en el Sacramento de la Penitencia, al reconocer la gravedad del pecado y con el sincero propósito de enmienda.
La finalidad de la ley es el bien de todo ser humano, como lo establece el artículo 11 de la Constitución Política de Colombia al afirmar que el derecho a la vida es inviolable y que no habrá pena de muerte. Siendo esta norma coherente con los valores éticos y morales, despenalizar el aborto, así sea en los casos que señala el fallo de la Corte Constitucional, no cambia ni la gravedad del hecho ni el juicio moral sobre el aborto.
Por ello mismo es conveniente recordar que lo legal no siempre es moral y que los creyentes deben tener claro en su conciencia que el aborto sigue siendo un delito, también en el campo civil, así la nueva normativa omita la aplicación de una pena en determinados casos.
Pidamos a Dios, el Señor de la vida, que ante la dolorosa realidad de la violencia y de los asesinatos que cada día sacuden a nuestro país, los colombianos tengamos la fortaleza de respetar y defender la vida humana y particularmente la vida de los niños por nacer.
+ Pedro Rubiano Sáenz
Cardenal Arzobispo de Bogotá
Bogotá, D.C., 11 de mayo de 2006